Desde que Trump dijo que la muestra más clara de que los mexicanos hemos abusado de los estadounidenses es el déficit en la balanza comercial de los Estados Unidos con México, y que la manera de corregir esa situación era por medio de la renegociación del TLC, estuve seguro de que la renegociación supondría medidas para reducir las exportaciones de productos mexicanos hacia los Estados Unidos y/o aumentar la exportaciones de mercancías estadounidense hacia México, única manera de reducir y revertir el mentado déficit comercial, que pasaría a ser superávit.
Renegociar un tratado de libre comercio tiene sentido si el resultado es más, y no menos, libre comercio, si se reducen y/o eliminan los lastres y obstáculos con los que los gobiernos de los países involucrados siguen limitando las relaciones comerciales entre sus ciudadanos, limitaciones injustas porque violan el derecho de las personas de comprar lo que les dé la gana, producto nacional extranjero, a quien les dé la gana, oferente nacional o extranjero, en donde les dé la gana, en su país o en el extranjero, e ineficaces porque al prohibir o limitar importaciones se reduce la cantidad, calidad y variedad de los bienes ofrecidos, reduciéndose las posibilidades de un mayor bienestar. ¿Eso, más libre comercio, será el resultado de la renegociación del TLC?
Si lo que Trump busca es que el déficit comercial en la balanza comercial de los Estados Unidos con México se convierta en superávit, para lo cual el superávit de la balanza comercial de México con los Estados Unidos debe convertirse en déficit, el resultado de la renegociación no será más, sino menos, libre comercio, más lastres y obstáculos, impuestos por el gobierno estadounidense, a las relaciones comerciales entre mexicanos y estadounidenses, como más lastres y obstáculos han significado los aranceles con los que dicho gobierno empezó a gravar las importaciones de acero y aluminio mexicanos, aranceles que impuso en plena renegociación del TLC, a lo cual habría que sumarle los aranceles que, de manera retaliatoria, impuso el gobierno mexicano a la importación de varios productos procedentes de los Estados Unidos, y que ya se tradujeron en una mayor recaudación (en junio pasado los impuestos al comercio exterior resultaron 25.6 por ciento mayores que en junio del año pasado), lo cual puede ser un incentivo para no eliminarlos.
Además hay que tener presente que, suponiendo una renegociación ganar – ganar, como deben ser las negociaciones, en cualquier momento Trump puede decidir, de manera unilateral, sacar a los Estados Unidos del TLC, amenaza con la cual vamos a convivir hasta que Trump deje la presidencia de los Estados Unidos.
En la renegociación del TLC el gobierno mexicano no debe asumir la posición “Con tal de que salga, que salga lo que salga” porque lo que salga debe ser más, no menos, libre comercio.
E-mail: arturodamm@prodigy.net.mx
Twitter: @ArturoDammArnal