El fantasma del rebrote de COVID-19 cunde por el mundo y México no es la excepción. Por sí mismo, ese hecho ya es bastante grave, y no obstante, se insiste en agravarlo todavía más al punto de “matar” la economía por decreto con nuevos confinamientos.
El lugar común de que “nada es más importante que la salud”, se usa como sofisma para vendernos la idea de que el confinamiento – y el aumento de las restricciones que en el pasado han probado su ineficacia-, son la única salida. ¡Nada más falso y alejado de la verdad!
Para empezar, México se encerró con el “quédate en casa” cuando había casos de COVID-19 que se contaban apenas por decenas, y tuvo que reabrirse paulatinamente cuando ya se contaban por miles. El mundo al revés incluso para los apologistas del encierro.
Luego, llegaron las “camisas de fuerza” que nos han llevado a absurdos extremos como que una familia de más de cuatro integrantes puede dormir bajo el mismo techo, pero en algunos estados todavía no se les permite sentarse en la misma mesa en un restaurante. O la ocurrencia de imponer “una sola entrada y una sola salida” en lugares públicos, que más de una vez provocó más aglomeraciones que las que se supone se pretendía evitar.
A la fecha, en la CDMX se encuentra uno con frecuencia “entradas y salidas” que en realidad son la misma puerta, pero que tienen que estar señalizadas como si fueran separadas en cada extremo para no correr el riesgo de que la oportunista autoridad los sancione. Así de absurdo. El gobierno es incapaz de acabar con la delincuencia, y le es más fácil irse contra quienes quieren, puede o necesitan trabajar.
Cómo olvidar también la estupidez de prohibir la venta de mercancías “no indispensables” en supermercados; el cierre forzado de industrias “no esenciales”, y la aplicación del programa “Hoy no circula” en estados que nunca lo habían aplicado, y que trajo como consecuencia más contagios en el transporte público.
Todo lo anterior, decidido por burócratas de escritorio al estilo de la fracasada y desaparecida Unión Soviética.
Los resultados de este confinamiento impuesto por estos modernos “planificadores centrales” en el gobierno federal, los estatales y municipales, hablan por sí mismos: en México hay más de 100 mil muertos oficiales por COVID-19, y una economía destruida.
No sólo el confinamiento no sirvió para evitar esta tragedia, sino que creó una todavía peor. Todo esto debería ser suficiente para que la irresponsabilidad de plantear siquiera un nuevo confinamiento quedara por completo descartado. Por desgracia, no está siendo así.
El panorama en todas las ciudades es más o menos el mismo: locales vacíos, empresas cerradas, casas y departamentos en venta y renta por doquier, cada día más gente pierde el empleo y sale a vender, pedir dinero o asaltar a las calles.
Hoy, estados como Chihuahua ya han regresado al llamado “semáforo rojo” y la CDMX podría volver a él. Puebla, ha reforzado otra vez las restricciones de acceso a centros comerciales, transporte público, y las clausuras de negocios están a la orden del día. Un “pasito” para adelante y dos “pasotes” para atrás que, puede apostar, otras entidades federativas continuarán aplicando.
A este ritmo de destrucción con el que avanza el México actual, la pobreza se disparará de manera exponencial, se deteriorarán más las finanzas públicas y el valor del peso – y con él, los ingresos, ahorros y patrimonio de la gente-; la inseguridad y el Estado de derecho se seguirán colapsando, etc.
Ese, es el círculo vicioso del socialismo al que nos está acercando el totalitarismo actual, y del que escapar, suele ser casi imposible.
Evitemos tropezar dos veces con la misma piedra del confinamiento, porque nuestra enclenque economía – o sea, millones de personas y sus familias-, no aguanta más.