El peso concluyó la semana pasada con una apreciación de 1.04 por ciento, con lo que acumuló ya una racha de seis semanas consecutivas de ganancias. El tipo de cambio cerró el viernes en 21.13 pesos en el mercado al mayoreo, lejos de los casi 26 pesos que se vivieron en los peores momentos de este año a consecuencia de la crisis por COVID-19.
¿Se acuerda cómo el presidente López Obrador presumía el año pasado que el peso era “la moneda que más se había apreciado”?
Pues bien, mientras que algunos advertíamos los riesgos de la divisa mexicana, algunos se distrajeron por el optimismo infundado del gobierno. Sí, es cierto que una coyuntura externa disparó la extrema volatilidad que vimos entre febrero y mayo, pero también lo es que México tenía – y sigue teniendo- uno de los peores fundamentos para crecer y para dar solidez al peso. Eso propició el disparo del tipo de cambio que llevó al dólar a casi 26 unidades.
En este sentido, no olvidemos que 2019 fue un año de recesión, y que 2020 quedará marcado como el peor año en materia económica en casi 100 años.
El manejo social, sanitario y económico de la pandemia en el país ha sido desastroso. Si a esto sumamos la debilidad de las finanzas públicas a consecuencia de un gasto global del gobierno que no deja de crecer, los desincentivos a la inversión privada así como el empecinamiento de López Obrador en el “salvamento” de Pemex y en mega obras que no son rentables (Santa Lucía, Tren Maya, Dos Bocas), tenemos la fórmula perfecta para que una nueva tragedia económica nacional se venga encima en los próximos años.
Pero mientras eso ocurre, no debemos perder de vista que también externamente se han inyectado millones de millones de dólares en “estímulos” fiscales y monetarios por parte de todos los gobiernos y bancos centrales de países desarrollados, principalmente.
La Reserva Federal (Fed), banco central de Estados Unidos, de plano es explícita en su intención de buscar una meta de inflación superior a 2 por ciento.
Lo que esto significa es que quieren debilitar al dólar, y este nuevo ‘tsunami’ de liquidez inyectada al mundo es lo que está beneficiando de rebote al peso.
Recordemos que mientras en Estados Unidos el rango objetivo de tasas está entre 0.0 y 0.25 por ciento, en México la tasa objetivo de Banxico sigue en 4.5 por ciento. El diferencial de tasas, a pesar de los riesgos en el país, sigue siendo (todavía) atractivo para muchos inversores.
Una vez que se ha roto el soporte de los 21 pesos, el siguiente objetivo del tipo de cambio está en los $20.50 que no será fácil de alcanzar. El piso más difícil de romper está en los 20 pesos, y por ahora no pensamos que se pueda traspasar en el corto plazo.
Lo más probable es que nuestra divisa se mantenga oscilando en próximos meses entre 20.50 y 22 pesos por dólar.
Pero más allá de las apariencias del tipo de cambio, recordemos que hace sólo unos meses los 20 pesos por dólar nos parecían un precio muy alto. Es fácil acostumbrarse a un precio y perder de vista el panorama general. No caigamos en ese error.
El panorama para la economía mexicana, por causas INTERNAS, es muy obscuro.
La degradación de la nota crediticia de México a nivel de “basura” es cuestión de tiempo y ya debería de ser una realidad.
Por desgracia, las calificadoras de riesgo por sus intereses, presiones y capital en juego, tienen que ser demasiado conservadoras. Todos los demás no tenemos porqué serlo, lo que nos permite posicionarnos varios pasos adelante.
Por ejemplo, según un reporte publicado el viernes por The Economist Intelligence Unit (EIU), México será uno de los países del G20 con peor caída del PIB en 2020, con más bajo crecimiento en 2021 y con una recuperación al nivel que se tenía en 2019, que se dará (si bien nos va) hasta el segundo trimestre… ¡pero de 2025! Otra década perdida.
Las dos opciones son claras: quedarse con el triunfalismo y el mundo alterno que ve la 4T, u observar la realidad que nos dice a gritos que vamos mal. ¡Prepárese a tiempo!