Los eventos de muy alto impacto generan siempre versiones encontradas; estimulan que salga a flote lo mejor y lo peor de la gente.
Este sismo dejó traslucir lo mejor de los moradores de la Ciudad de México. Donde hubo desgracias también hubo solidaridad y ayuda.
Salieron a relucir los dos Méxicos que conviven en un mismo territorio, codo con codo.
En la delegación (o municipio) Benito Juárez, al apagarse los semáforos, civiles se dieron a la tarea de organizar el tráfico y lo más asombroso fueron los buenos modales de los automovilistas. Se respetó el orden y el orden evitó el caos. No se percibían malos modales sino todo lo contrario.
Seguramente esto era el reflejo de lo que sucedía en toda la ciudad y la zona metropolitana y podemos inferir que es lo que está latente en todo el país, esperando que surjan liderazgos locales que dejen fluir lo mejor de cada región.
Sin embargo, es cierto que hubo quienes aprovecharon para robar. Hubo asaltos y robos porque algunos aprovecharon el desconcierto y el temor público, así como la vulnerabilidad.
Si embargo, con la mente fría podemos decir que fueron más los solidarios y la gente de buena fe, que multiplicaron a la gente abusiva. La multiplicaron con creces. Salió a relucir lo mejor de la sociedad mexicana.
Esto nos muestra que el lado oscuro de México ni es genético, ni cultural y por tanto no es la identidad de este país.
Algunos mexicanos se corrompen porque les damos la oportunidad de hacerlo. Al hacernos de la “vista gorda” cuando vemos actos reprobables, les damos impunidad. La corrupción y el delito nacen de la oportunidad y si no hay castigo, cambian la conducta de la gente.
Somos más los buenos mexicanos, que los malos mexicanos. Sin embargo, ellos, los malos, son los que toman el control en algunas zonas del país porque dejamos que las autoridades se vuelvan sus compinches y hasta los protejan.
Este sismo nos deja claro que si México sigue adelante es porque la sociedad es capaz de mantener el orden y no porque las instituciones, vulnerables a los deseos y conveniencia de quienes gobiernan, sean el punto de referencia.
La sociedad mexicana está muy por encima de su clase política.
Por tanto, que las cosas buenas que veamos, sean el modelo que nos motive a ser buenos ciudadanos.
Es importante la reflexión para que dejemos de vernos a nosotros mismos como un país violento, de gente proclive al delito o a la corrupción. Lo que nos mostró el sismo es que somos más los buenos mexicanos, los que preferimos el orden, la gente solidaria, que los abusivos y entonces no debemos perder el control.
Lo que está sucediendo es que nos conformamos con exhibir en redes sociales y castigamos a los funcionarios corruptos ridiculizándolos con memes y eso no es suficiente. Debemos castigarlos de forma ejemplar. Que las malas acciones tengan consecuencias de verdad.
Las redes sociales despresurizan los problemas y dejan que se desvanezcan. Por ello debe empezar a exigir que todo lo que hacemos tenga consecuencias. Reconocimiento público para los buenos mexicanos y castigo para los malos.
Sin embargo, la lección que hoy tenemos frente a nosotros es que este país tiene mucho por dar y bien vale la pena trabajar por él. Esforzarnos por construir el país que merecemos y que nos enorgullezca dejar a las nuevas generaciones.