Israel es uno de los países del mundo con más personas vacunadas. El país ya comenzó a fijar la cuarta dosis. Sin embargo, Israel está experimentando cifras muy altas, tanto en casos de contagio como de hospitalizaciones. Sí, otra vez.
El profesor Ehud Qimron, jefe del Departamento de Microbiología e Inmunología de la Universidad de Tel Aviv, Israel, publicó la semana pasada una carta abierta al Ministerio de Salud israelí en la que criticaba duramente la gestión del gobierno de la pandemia de coronavirus. Si bien es una carta dirigida al ministerio local, el reclamo parece escalar a las decisiones globales contra la lucha del COVID-19, incluyendo en especial a México, que por resultados ha tenido uno de los peores desempeños en el mundo.
En la carta publicada el 6 de enero, el principal inmunólogo de esa nación exige que el Ministerio de Salud israelí admita de una vez por todas el fracaso de sus políticas adoptadas frente a la pandemia. “Al final, la verdad siempre saldrá a la luz y la verdad sobre la política del coronavirus está empezando a revelarse”, afirma el inmunólogo en su carta.
El profesor Ehud Qimron señaló que el gobierno israelí se negó a admitir que la recuperación – es decir, aquellos que se recuperan tras ser infectados-, es más protectora que la vacuna, e ignoró que la enfermedad es decenas de veces más peligrosa para los grupos de riesgo y los ancianos que para los jóvenes que no están en los grupos de riesgo. Sin embargo, se les trató a todos por igual.
“Se han negado a admitir que los vacunados son contagiosos a pesar de las advertencias. Sobre esa base, ustedes esperaban lograr la inmunidad de grupo mediante la vacunación, y también han fracasado en eso”, sentencia Qimron.
El inmunólogo afirma además que el gobierno israelí ha causado un daño irreversible a la confianza de la población, pues “han destruido la educación de nuestros hijos y su futuro, e hicieron que los niños se sintieran culpables, tuvieran miedo, fumaran, bebieran, se volvieran adictos, abandonaran la escuela y se pelearan, como atestiguan los directores de escuelas de todo el país”.
El experto acusa que el Ministerio se niega a admitir que la infección viene en oleadas que se desvanecen por sí solas, a pesar de muchos años de observación y conocimiento científico que así lo demuestran.
El Estado de Israel fue el primer país del mundo en vacunar a prácticamente toda su población, gracias a un acuerdo alcanzado por el entonces gobierno de Benjamín Netanyahu con la empresa farmacéutica Pfizer, que consistía en proporcionar información médica de los ciudadanos.
Israel fue también uno de los primeros países en imponer estrictas medidas de control sanitario, mediante la adopción de pasaportes internos de vacunación que restringían el acceso a lugares públicos y los derechos civiles de los israelíes no vacunados. Las medidas desencadenaron las primeras protestas del mundo contra esta dictadura sanitaria que pretenden imponer en el mundo, y crearon el ambiente político que condujo a la caída del gobierno de Benjamin Netanyahu el año pasado.
En México, debemos tener muy claro que estos mismos errores cercanos a un “apartheid” sanitario están a la vuelta de la esquina y deben evitarse.
La gente NO debe ser discriminada por su decisión de vacunarse o no, si bien, el gobierno debe asumir la tarea de vigilar que todos cumplamos las medidas sanitarias de uso de cubrebocas, sana distancia, desinfección de manos, etc.
Por último pero no menos importante: dado que tras esta “cuarta ola” podrían venir una quinta, sexta, etc., debemos tener claro que no podemos darnos el lujo de permitir que el “caldo” salga más caro que las albóndigas.
Eventualmente la inmunización natural hará que incluso el temible y temido virus SARS-CoV2 de hoy, desaparezca mañana de las noticias para ser parte de la vida cotidiana.
No debe ocurrir entonces que por errores gubernamentales la devastación económica, la destrucción de riqueza y empleos termine siendo mucho más costosa en términos de vidas, salud y condiciones de vida de la población que la COVID-19.
Nuestro deber como ciudadanos está en cuidarnos a nosotros mismos, y a exigir que el gobierno decida sólo sobre lo que le corresponde (la regulación) y no sobre qué empresas, qué sectores y qué empleados pueden seguir trabajando o no, al estilo de la planificación central comunista.
En la economía como en la vida, cuando hay que optar entre dos males, hay que elegir siempre el menor.