Reforma Fiscal, ¿para qué?

En su momento lo dijo AMLO, y en el suyo el secretario de Hacienda: en la segunda mitad del sexenio será necesaria una reforma fiscal, afirmaciones ante las cuales debemos preguntarnos: reforma fiscal, ¿para qué?

La respuesta es obvia: para que el gobierno recaude más, como si de un mayor gasto gubernamental dependiera un mayor progreso económico, definido como la capacidad para producir más (dimensión cuantitativa) y mejores (dimensión cualitativa) bienes y servicios, para un mayor número de gente (dimensión social), o un mayor bienestar social, definido como una mayor disposición de bienes y servicios de parte de un mayor número de gente.

¿Un mayor progreso económico y/o un mayor bienestar social, dependen de un mayor gasto gubernamental sobre todo si, tal y como es el caso con el actual gobierno, el mismo se destina a financiar programas sociales clientelares que, en el mejor de los casos, alivian algunos de los efectos de la pobreza (la carencia de satisfactores), sin eliminar sus causas (la incapacidad de los pobres para, gracias al trabajo propio, generar un ingreso suficiente que les permita, de manera autónoma, sin depender de las transferencias gubernamentales, adquirir, en la cantidad, calidad y variedad adecuadas, los satisfactores necesarios)?

Cuando en México se habla de la necesidad de una reforma fiscal, tema recurrente desde hace décadas, se entiende que el objetivo de la misma es aumentar la recaudación o, dicho de otra mera, poner más dinero en manos del gobierno y, por lo tanto, dejar menos dinero en manos de quienes lo generan, los ciudadanos. Esté entendimiento es tal que casi nadie se pregunta si una reforma fiscal puede tener otro objetivo. ¿Puede? Por su puesto, y propongo el que considero más importante.

¿Por qué no llevar a cabo una reforma fiscal que tenga como fin elevar la competitividad de la economía mexicana, es decir, hacerla más atractiva para las inversiones directas, que son las que producen bienes y servicios, crean empleos y generan ingresos?

Si en México se llevara a cabo una reforma fiscal con tal objetivo, se podrían crear más empleos y generar más ingresos, lo cual podría dar como resultado una mayor recaudación, que es lo que el gobierno quiere de una reforma fiscal.

Una reforma fiscal que tenga como objetivo elevar la competitividad de la economía debe ser a favor del Impuesto Único (ni uno más ), Homogéneo (la misma tasa en todos los casos), Universal (sin excepciones), a la Compra de Bienes y Servicios para el Consumo Final (no al ingreso, no a las ganancias, no a las inversiones de las empresas), algo que de entrada suena como una insensatez, pero que, bien pensadas las cosas (y en su momento las pensaremos), y bien hechas las cuentas (y en su momento las haremos), no lo es. Al contrario.

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Arturo Damm Arnal

Estudié economía, filosofía y derecho. Liberal. Profesor universitario. Periodista. Conferencista. Colaborador de @LaRazon_mx y @adn40 .