En 1938, el presidente de izquierda Lázaro Cárdenas expropió las instalaciones petroleras de las compañías inglesas y americanas. Teóricamente las convirtió en “propiedad del pueblo mexicano”. En 1960 el presidente de izquierda Adolfo López Mateos estatizó las compañías eléctricas, propiedad de extranjeros, en favor del “pueblo mexicano”.
Al analizar sin pasión, objetivamente, los resultados de esas estatizaciones, que conformaron monopolios estatales, tuvieron un saldo negativo en el desarrollo de México y en los niveles de vida de la mayoría de los ciudadanos, quienes no tuvieron ninguna participación en sus decisiones.
Los enormes recursos que por un tiempo tomó el gobierno de Pemex y CFE, a costa de descapitalizar y comerse su patrimonio, no se tradujeron en ningún beneficio para el pueblo mexicano. Quienes lucraron y se enriquecieron a la sombra de esas políticas socialistas fueron directivos de Pemex, líderes sindicales y contratistas, los que en contubernio con gobernadores, secretarios de estado y hasta presidentes, se beneficiaron de los sobreprecios con que le vendían a Pemex.
Pemex es una de las empresas petroleras con mayores costos de producción y uno de los mayores grados de corrupción en el mundo. Triangulación de apoyos al PRI, como los del Pemexgate y del caso Oderbrecht-EPN, son ejemplos de esos desvíos. Pemex es la única empresa con patrimonio negativo, debe más de lo que vale. El pueblo mexicano sólo ha recibido de esas empresas, que defienden los izquierdistas, gasolinas y electricidad malas y con un precio mayor que en EUA.
Las pensiones privilegiadas y prematuras a muchos de sus trabajadores las tenemos que pagar todos los mexicanos. En 2018 los montos de dinero de los impuestos presupuestados para los pensionados de esos dos monopolios estatales son mayores al presupuesto del Poder Judicial o al de la Secretaría de la Defensa Nacional. Lo único que han recibido los mexicanos de esos monopolios, orgullo de los izquierdistas mexicanos, son gasolinas y electricidad caras y de mala calidad.
En los últimos años han aceptado inversión privada porque están quebradas. Esos son los resultados reales de los dos monopolios que partidos y candidatos de izquierda buscan proteger, sin importarles el gran daño que han causado al país.