El miércoles pasado, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) cumplió con lo esperado y dejó sin cambios sus tasas de interés objetivo, con lo que continúan en su rango mínimo histórico entre 0.0 y 0.25 por ciento. Su presidente, Jerome Powell, incluso dijo que ni siquiera están pensando en subirlas próximamente.
La declaración no sorprende en absoluto, pues el banco central no se arriesgaría a descarrilar una recuperación que todavía ni siquiera empieza. Lo más probable es que el nivel actual se mantenga durante varios años, cuando menos, hasta 2022.
De hecho, el Buró Nacional de Investigación Económica de EU, determinó que el crecimiento llegó a su “pico” en febrero, con lo que el ciclo de expansión más largo de que se tenga registro llegó de manera oficial a su fin. Los socios del T-MEC estamos en recesión.
Ahora bien. Recordemos que la teoría detrás de deprimir artificial e indebidamente los tipos de interés, y de inyectar liquidez a los mercados, es que se estimula que la gente se endeude para consumir más, compre acciones y otros activos financieros de riesgo, e invierta de forma productiva.
En otras palabras, la Fed tiene como objetivo la manipulación de los mercados para fingir que no pasa nada, y para eso, inyecta cantidades ilimitadas de dinero. Pero crear dinero digital infinito no es lo mismo que crear riqueza infinita, pues para satisfacer gustos y necesidades, primero hay que producir los bienes a partir de recursos siempre escasos y finitos.
Por supuesto, puede ignorarse la realidad, pero no por ello va a desaparecer. ¿Cuál es esa realidad? Que el mal manejo económico de la crisis por Covid-19 ha provocado la mayor destrucción de riqueza a nivel global de toda la historia. Podemos actuar como si eso no hubiera ocurrido, pero la verdad nos dará un golpe en la nariz.
De manera que el optimismo infundado en que habrá una “recuperación en forma de V”, recibió un balde de agua fría la semana anterior.
Las palabras de Powell fueron contundentes al señalar que es posible que “muchos millones de personas no puedan volver a sus antiguos trabajos”, y que “podrían pasar algunos años antes de que esas personas puedan encontrar un empleo”.
A los inversionistas no les gustaron esas palabras, y tras haber borrado sus pérdidas del año, las ventas en las bolsas de valores causaron el jueves una nueva caída en la Unión Americana, los mercados emergentes y divisas de riesgo, como el peso.
Nuestra moneda se hundió hasta los 22.94 pesos por dólar, pero el viernes volvió a ganar terreno para cerrar la semana en 22.22 unidades.
A pesar de que celebramos esta “bocanada de realidad” cortesía de Powell, seguimos pensando que por ahora es más probable que el optimismo prevalezca. Y es que después de tocar fondo, cualquier mal dato publicado en próximos meses, se verá como una mejoría o crecimiento respecto al fondo, que todo indica, habremos tocado durante abril o mayo.
Si a esto sumamos la próxima elección presidencial en EU, en la que todos los esfuerzos de gobierno y campaña del presidente Trump se enfocarán en destacar sus logros, apoyos a la población y estímulos fiscales a la economía para ganar su reelección, la mesa está más que puesta para que el optimismo se mantenga.
Pese a ello, no debemos pasar por alto lo que debería ser obvio: si la economía más importante y grande del planeta no tendrá una recuperación pronta, ¿puede imaginar lo dura que será para México? Las perspectivas para los inversores van de mal en peor, por lo que desgraciadamente pese el optimismo oficial que veremos en próximos meses, lo peor de la crisis en economía, empleo e incremento en el número de pobres de nuestro país, queda todavía por venir.
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