José Antonio Meade parece ser buena persona. Es como el amigo que muchos queremos tener en nuestro círculo de amistades. Todo indica que es un tipo honesto y que no ha utilizado los cargos que ha ejercido para obtener beneficios personales.
Sin embargo, como candidato, están exhibiendo en él otra personalidad. El candidato agresivo de los spots televisivos no corresponde a la personalidad afable de las entrevistas en corto. Hoy exhibe una agresividad que ofende, porque choca con las expectativas de lo que suponemos que es él.
Es evidente que las personas asumimos roles cuando las circunstancias nos ubican en un contexto específico. Seguramente Meade en campaña se ha rodeado de lo más gandallezco y rufianezco del PRI y ya lo han contaminado. Inició su campaña como candidato ciudadano, externo, simplemente apoyado por el PRI, pero en sus mítines y en los spots, ya parece haber asumido la identidad del partido.
Independientemente de la veracidad que pudiera haber en el video que se está exhibiendo en redes sociales, del empresario queretano Barreiro con la supuesta empresaria argentina, de la que no han dado su nombre, para atacar rabiosamente a Anaya, destaca la agresividad de Mead. Además , se percibe la manipulación de las instituciones federales con fines electorales, como una vez más lo está haciendo la PGR, que con total celeridad va a atraer el caso Anaya mientras se pasa años de tortuguismo simplemente para conocer de delitos más graves, e incluso de asesinatos y desapariciones forzadas. No logra explicarnos qué sucedió en el basurero de Cocula en el año 2014, pero pronto tendrá su verdad histórica sobre Anaya en una investigación fast track.
El caso Anaya está desgastando a Anaya pero está exhibiendo aún más al actual sistema, capaz de manipular a las instituciones para deshacerse de enemigos.
Hoy coexisten en Mead dos personalidades, la del individuo sencillo, que inspira confianza y la del nuevo político.
Si con la furia que Meade persigue hoy a Anaya hubiera cuidado, cuando fue secretario de hacienda, los recursos que los mexicanos le pusimos bajo su custodia, no hubiese habido el saqueo que algunos gobernadores y funcionarios públicos de alto nivel del actual sexenio realizaron con total impunidad. Las denuncias están a la vista.
Meade persigue a Anaya por cantidades que parecieran ser centavos comparadas contra los desfalcos perpetrados por funcionarios y gobernadores, mientras él fue secretario de hacienda y tuvo la autoridad para impedirlo.
La búsqueda del poder pareciera ser un pantano embrujado, peligroso y seductor.
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