Entre aquellos que ven más allá de los números del día y la propaganda oficial, crecen las preocupaciones porque la economía mexicana enfrenta una serie de señales negativas que amenazan con socavar su estabilidad en el mediano plazo. En el primer plano de tan funesto escenario emergen dos grandes desafíos: el creciente déficit en la cuenta corriente y mayores presiones en las finanzas públicas.
Permítame precisar: el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos (las transacciones económicas de México con el resto del mundo) experimentó un inquietante incremento de 14,282 millones de dólares, un 16 por ciento más en comparación con igual período de 2022, lo que se desprende del más reciente reporte del propio Banco de México (Banxico).
El dato, que estuvo arriba del estimado del mercado de 10,400 millones de dólares, resultó de la subida del déficit del ingreso primario, que se ubicó en 19,954 millones de dólares, principalmente porque se elevaron los pagos al resto del mundo. Están saliendo capitales.
Añada a esto que las finanzas públicas del país enfrentan mayores presiones debido al incremento en el servicio de la deuda (pago de intereses por tasas más altas) y los vencimientos de las obligaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Cifras de la Secretaría de Hacienda dan cuenta de que el pago de intereses por la deuda pública (costo financiero) en el primer trimestre ascendió a 258,300 millones de pesos, es decir, 46.3 por ciento más en comparación con el mismo período de 2022 y 14,100 millones por arriba de lo previsto por el mercado.
De acuerdo con la firma Janus Henderson, el costo financiero por intereses de la deuda nacional fue de 818,000 millones de pesos en 2022, un aumento del 20 por ciento respecto a 2021, pero la gestora de activos anticipa que en 2023 subirá hasta un 25 por ciento.
A su vez, el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP) revela que Pemex y la CFE tienen vencimientos de deuda equivalentes a 3.5 y 2.2 veces el presupuesto disponible, así que –dado el reducido espacio fiscal del país– es muy posible que se recurra al refinanciamiento de los créditos. Y esto significaría ampliar el plazo y el pago de intereses, o sea, una mayor carga al costo futuro de la deuda. Como se dice, van a “patear el bote” para después, y que la “bomba” le explote a otros.
En el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2023 se aprobaron a Pemex 148,086 millones de pesos para el costo financiero de su deuda, de los cuales la petrolera a cargo de Octavio Romero ejerció 54,580 millones en el primer trimestre; esto es que en tan sólo tres meses se gastó el 37 por ciento del total, y vencerán 329,131 millones (3.5 veces el presupuesto disponible para ese fin).
La CFE que dirige Manuel Bartlett no se queda atrás, pues en el PEF se le concedieron 35,841 millones de pesos y en enero-marzo ejerció 24,899 millones, es decir, el 64 por ciento, pero le resta por liquidar 23,960 millones (2.2 veces el presupuesto disponible).
El que quiera ver, que vea.
La inflación se “desinfla”, el tipo de cambio continúa dando cuenta de la fortaleza (burbuja) del “súper peso”, el desempleo está en mínimos y no hay señales inminentes de recesión en el país. En este escenario, es fácil creer que la economía marcha de maravilla como pocas veces, pero un simple vistazo a los fundamentos nos permite darnos cuenta de que esta calma en la superficie es sólo una oportunidad de prepararse para la tormenta que vendrá, sí o sí, tarde o temprano.
Lo malo es que todo mundo querrá “prevenir” (corregir) cuando ya sea demasiado tarde.