Si usted piensa que me refiero a las grandes diferencias entre el proyecto de la 4T y el de la oposición, esta vez me refiero a otro… a los dos que están dentro de la 4T.
Si usted cree que el proyecto de Claudia Sheinbaum será una copia del de Andrés Manuel López Obrador, seguramente no ha analizado este asunto a fondo.
El gobierno actual se ha caracterizado por impulsar la consolidación de los sueños políticos personales de nuestro presidente, que nacen de sus ideas acumuladas a lo largo de poco más de 40 años, e impuestas ahora desde la presidencia de la república voluntariosamente al país. Es un proyecto que nace en la visión echeverrista de hace cuatro décadas. No trae una ideología clara, sino los caprichos personales impuestos desde el poder y convertidos hoy en políticas públicas.
Sin embargo, lo que podría venir a partir de Claudia Sheinbaum es una nueva versión, – más radical-, de políticas públicas de corte socialista cargadas de ideología.
En el actual gobierno están incrustados personajes de izquierda radical como el subsecretario de educación superior Luciano Concheiro, quien en eventos ha declarado: “Debemos proponernos el comunismo como sociedad emancipada de toda explotación del ser humano”. Sin embargo, en este sexenio no han tenido la oportunidad consolidar su visión ideológica.
Es precisamente en la SEP donde se gesta en este sexenio esta visión de izquierda, plasmada por otros dos funcionarios muy cercanos a la casa presidencial, Marx Arriaga y el venezolano, -ex funcionario del gobierno de Nicolás Maduro-, Sady Loaiza. Ambos son artífices de los nuevos libros de texto gratuitos, que pretenden rescatar la trasnochada “lucha de clases”.
Sin embargo, el nuevo perfil de funcionarios que vendrían con la candidata Sheinbaum seguramente tendrán un tipo más intelectual y muchos de ellos, con formación académica de posgrado, lo que les da cercanía con ideologías de fuerte contenido socialista.
En cambio, los de hoy, pragmáticos y sin ideología, son proclives a la negociación y a los vicios del poder.
El origen de la carrera política de la virtual candidata de MORENA, Claudia Sheinbaum podríamos ubicarlo en su participación en el Consejo Estudiantil Universitario, el CEU, surgido en el seno de la UNAM en octubre de 1986 para oponerse a las reformas estructurales y académicas que planteaba el rector Jorge Carpizo, entre las que se consideraba un aumento en el importe de las colegiaturas, así como eliminar el denominado “pase automático” de bachillerato a licenciatura. Con ella participaron Hugo López Gatell, -representando a la Facultad de Medicina-, Martí Batres, -a la ENEP Acatlán-, y Carlos Imaz, -por la Facultad de Ciencias Política y Sociales-, entre otros.
Es evidente que en este sexenio no hemos logrado ver instrumentadas políticas socialistas radicales. Además, la economía se ha mantenido sólida sobre las bases de políticas económicas de tipo neoliberal en un contexto internacional que ha favorecido a nuestro país, lo cual ha generado estabilidad. Además, la confiscación de fideicomisos y los ahorros en los presupuestos, han permitido liquidez para sufragar gasto corriente. Sin embargo… ¿Qué sucederá cuando se agoten los recursos económicos y no haya dinero para pagar los programas sociales?
Este gobierno, -más allá de la utilización de una narrativa retórica-, no ha emprendido cambios radicales. Sin embargo, eso no significa que de llegar a la presidencia Claudia Sheinbaum, -rodeada del sector duro de su partido y funcionarios con un perfil fundamentalista y fuerte motivación ideológica-, no emprendan acciones drásticas.
Creo en la sabiduría de la frase de Antonio Gramsci: “Un país entra en crisis cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer”.
Realmente México requiere un nuevo modelo de gobierno, muy cercano a las necesidades de la sociedad. Pero lo que México necesita no es un proyecto trasnochado y maquillado como el de la 4T, sino uno nuevo de principio a fin, sin ideología. La ideología es una camisa de fuerza que termina ajustando todo a las políticas impuestas desde otros países de izquierda, como el Foro de Sao Paulo o Grupo Puebla, donde participan las dictaduras más longevas de nuestro continente, como son Cuba y Venezuela, a las cuales este gobierno ha estado apoyando con víveres y petróleo mientras niega ayuda a los damnificados del Estado de Guerrero y específicamente, de Acapulco.
Necesitamos un proyecto de nación “Hecho en México”, para las necesidades y circunstancias de este país.
Frente a estos retos los tres partidos de la coalición, PAN, PRI y PRD, -así como MC-, deben “ponerse las pilas” y entender que por esta vez deben dejar de lado sus intereses partidistas y los particulares de su élite y abrirse a candidaturas ciudadanas.
Defender nuestra democracia es fundamental para garantizar la alternancia partidista. Porque ya lo decía el subsecretario Concheiro: México necesita transitar de la democracia al comunismo, y este es precisamente el riesgo que se asoma en el 2024.
Los regímenes totalitarios hoy no llegan al poder desde la lucha armada, -como sucedía hace varias décadas-, sino civilizadamente, a través del voto ciudadano, vendiendo esperanzas. Sin embargo, cuando llegan al poder… se eternizan manipulando elecciones, como hoy sucede en Venezuela y Cuba.
El reto de hoy es definir cuál es el modelo de país que queremos heredar a las nuevas generaciones de mexicanos.
EL LADO MÁS OSCURO DE LA JUSTICIA
Los diputados de oposición, principalmente del PAN empiezan a denunciar el lado más oscuro de este régimen: las amenazas con expedientes judiciales si votan en contra de la ratificación de Ernestina Godoy como fiscal general de la Ciudad de México, así como las denuncias de espionaje publicadas por el New York Times en contra de la fiscalía encabezada por Godoy.
La diputada panista Luisa Gutiérrez denunció que hay un expediente en su contra por narcomenudeo. ¿Esta es la confianza que nos debe inspirar la responsable de la fiscalía?
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Fotografía del perfil de R. Homs: es de David Ross