Muchos medios de comunicación destacaron en sus titulares que el incremento general de precios en Estados Unidos estaba enfriándose, lo que moderaría las subidas de tasas de interés de su banco central (la Fed), pero ése es un dato aparente, engañoso, pues el componente subyacente sigue en niveles persistentemente altos.
Es cierto que la inflación general en la Unión Americana disminuyó en marzo por noveno mes consecutivo, lo que se atribuye a una caída en los precios de las gasolinas y los alimentos, pero aquí tenemos que aclarar que la medición subyacente de la inflación –que refleja mejor las tendencias a largo plazo al excluir en su cálculo energéticos y alimentos sin elaborar– aumentó debido a presiones en otros precios como los de alquileres.
Los precios al consumidor en general se elevaron un 5 por ciento en comparación con el año anterior, lo que representa una disminución con respecto al 6 por ciento en febrero y al máximo de 9.1 por ciento en junio del año pasado, el más alto en 40 años.
Pero los precios subyacentes aumentaron un 0.4 por ciento con relación a febrero, lo que elevó la tasa anual del 5.5 al 5.6 por ciento. Y este dato no es aparente.
Si bien la inflación de los bienes está disminuyendo en la medida en que se resuelven los obstáculos en las cadenas de suministro debido a la pandemia y los precios de los productos básicos caen, el descenso es lento y ocurre de manera irregular.
En consonancia con nuestro punto de vista, los analistas del influyente banco Barclays, con sede en Londres, prevén que la inflación anual baje al 3.3 por ciento hacia finales de 2023, por encima de su pronóstico anterior del 2.9 por ciento.
Con tales datos de fondo, la minuta de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos se pone más interesante.
En el informe de la reunión del 21 al 22 de marzo del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) de la Fed, se lee que la economía estadounidense podría caer en recesión a finales de 2023, debido a la crisis en el sector bancario. Lo que es probable.
Fue entonces que varios integrantes de esa comisión contemplaron hacer una pausa en el incremento a las tasas de interés después de ocurrida la quiebra de dos bancos regionales y el pronóstico de que el estrés en el sector bancario haría que la economía entrara en recesión.
Al evaluar las posibles consecuencias del sector bancario –consigna la minuta–, los miembros de la Fed proyectaron una “recesión moderada” que comenzaría a finales de 2023 y se recuperaría en 2024-25.
Hay que recordar que a pesar del colapso del Silicon Valley Bank (el 10 de marzo) y del Signature Bank (dos días después), no se detuvo el aumento de tasas de la Reserva Federal, y los responsables políticos acordaron otra alza, a pesar del riesgo de recesión. Podemos esperar lo mismo en su próxima reunión de mayo.
En este sentido, los miembros del FOMC dejaron ver la necesidad de mantener la flexibilidad en la política monetaria, en vista del incierto panorama económico, pues algunos participantes consideraron que los riesgos a la baja para el crecimiento y los riesgos al alza para el desempleo habían aumentado debido a las quiebras bancarias
También advirtieron que la inflación está aún muy por encima del objetivo a largo plazo del Comité (del 2 por ciento) y que los datos económicos recientes seguían siendo fuertes, por lo que los riesgos al alza para la perspectiva de inflación continuaban como un factor clave en la determinación de la política monetaria.
“Mantener una postura restrictiva de la política hasta que la inflación esté claramente en una trayectoria descendente hacia el 2 por ciento sería apropiado desde una perspectiva de gestión de riesgos”, apunta el documento.
Incluso, varios participantes destacaron la importancia de que las expectativas de inflación permanezcan ancladas a largo plazo, y que entre más tiempo permanezca elevada mayor será el riesgo de que se desanclen las expectativas de inflación.
Una opinión interesante al respecto fue la que dio la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, quien prevé que la Fed mantendrá una postura restrictiva, dado que la inflación subyacente se mantiene elevada y “pegajosa”.
“No me gustaría dar una proyección de cuántas veces subirá la Fed la tasa. Lo que sí puedo decir es que la Fed se guiará por los datos”, matizó la funcionaria nacida en Bulgaria, con quien estamos de acuerdo.
Es en este escenario que el reciente optimismo exacerbado de los mercados bursátiles, reflejado con alzas fuertes esta semana y una baja del dólar, podría ser pasajero. La moneda está en el aire todavía, pero lo que es un hecho es que sería un error descontar que la Fed comenzará pronto a bajar las tasas de interés y a inyectar dólares al por mayor. Hacer eso significaría darle la puntilla al billete verde en el peor momento, y Estados Unidos no se va a disparar en el pie.