Existe la posibilidad de que una crisis económico-financiera impacte a México en 2025; esto, dicho por el propio jefe del Ejecutivo Andrés Manuel López Obrador, aunque aseguró que no ocurriría por temas internos, sino por “efectos externos”, principalmente la elección presidencial en Estados Unidos ese mismo año.
Según dijo esta semana en la conferencia matutina, su gobierno hará un “blindaje” de la economía manteniendo una política responsable de no endeudar al país, e insistió en que el resto de su sexenio no habrá una crisis generada por factores internos, porque su administración hace un manejo responsable de las finanzas y hay crecimiento con distribución del ingreso y la riqueza. Pero de plano, fiel a su estilo, el presidente miente.
En el pasado, desde la última parte del siglo XX, México ha experimentado importantes crisis económicas al final de cada sexenio, por malos manejos en la administración del país durante el período de transición.
López Obrador destacó que en su gobierno se busca evitar una situación similar, y se espera que la economía continúe creciendo, generando empleos y fortaleciendo el mercado interno. Lamentablemente, no todos coincidimos con tan optimista visión oficial.
Le comento que a este espacio se suman otras voces que difieren de lo dicho por el presidente, como la de Macario Schettino, quien hizo una declaración preocupante sobre las finanzas públicas del país a marzo: los costos financieros para el gobierno federal han superado por primera vez el billón de pesos en los últimos 12 meses, lo que representa un crecimiento de casi el 30 por ciento anual, y el gasto no presupuestario ha alcanzado los 2 billones de pesos.
Y contra lo previsto, los ingresos tributarios no llegarán a los 4.5 billones de pesos, pues el acumulado de 12 meses a marzo los ubica en 3.8 billones, y de éstos, 3.5 billones provienen del IVA y el ISR, dos grandes impuestos que en ese mes sufrieron una caída monumental.
“No sé si les dará tiempo de esconder el desastre de las finanzas públicas hasta la elección de 2024. El presidente tampoco lo sabe. Por eso ya empezó a hablar del tema. Si las cosas se complican –escribió Schettino en su columna de El Financiero–, intentará convencer a sus votantes de que él no tiene la culpa, y que es un evento externo”.
Otra voz discrepante es la del analista Enrique Campos Suárez, quien opinó que en la medida en que la Secretaría de Hacienda compense la baja en los ingresos fiscales con una moderación del gasto público, se podrían frenar los desequilibrios presupuestales que ya existen, y así evitar que se enciendan las señales de alerta en los mercados.
Pero el peligro es que una instrucción presidencial de gastar a manos llenas con fines electorales sí podría generar un desequilibrio que le cobre facturas a los mercados financieros, advirtió en su columna de El Economista.
En ese caso, apuntó, el mayor riesgo para la economía mexicana deriva de la conducción política, pues el régimen juega cada vez más en la raya de la legalidad, y cruzar lo permitido por ese orden puede resultar en una pérdida de confianza inmediata que se note en una de esas reacciones financieras a las que llamamos crisis.
“El análisis de López Obrador”, que “apunta a una crisis en Estados Unidos en 2025 por el relevo presidencial, no tiene otro sustento que sus creencias”. Lo que sí ya puede predecir el presidente, y sin temor a equivocarse, “es que éste será un sexenio perdido en materia de crecimiento”, escribió.
Ya antes en este espacio hemos señalado que no hay “pecados” económicos que queden impunes, pues tarde o temprano los errores los pagan los ciudadanos. Y en este caso, los errores comenzaron ANTES que iniciara el sexenio, con la cancelación del NAIM (¡vaya!, el malogrado nuevo aeropuerto internacional de México), y han continuado con el derroche presidencial en sus obras faraónicas y financieramente insostenibles (llámense Tren Maya, Refinería de Dos Bocas, AIFA, etc.), así como el debilitamiento institucional, la inseguridad, el frágil Estado de derecho y una larga lista.
Pues esto, se lo digo sin dudar, sí o sí provocará una debacle económica al estilo de las crisis recurrentes que cada sexenio heredaba el PRI.
No, no serán “causas externas” las que provocarán la gran crisis que se viene en México, sino –como siempre– la sinrazón, el gasto público más grande de la historia, el endeble Estado de derecho, el debilitamiento institucional de los contrapesos presidenciales, el derroche en el gasto corriente… Sí, esos son los verdaderos detonantes de la bomba económica que muy pocos vemos venir. La advertencia está hecha.