La semana pasada el presidente de la Reserva Federal (banco central) de Estados Unidos, Jerome Powell, por fin admitió lo obvio ante legisladores de su país: que ya era hora de quitarle el calificativo de “transitoria” a la inflación que continúa causando estragos en todo el mundo, y que uno de los temas de mayor preocupación para los inversionistas y mercados financieros.
Cuando se lee o se escucha a una autoridad monetaria pronunciarse sobre algún tema económico, lo prudente es ser lo más escéptico posible. Y es que por la relevancia de sus cargos y la trascendencia de sus palabras, casi siempre tenderán a subestimar los problemas o a pecar de optimismo para no “espantar” a nadie.
No obstante, esta vez con todo y su admisión de la realidad, Powell continúa siendo muy optimista. ¡Cuidado!
En este espacio advertimos incluso desde el año pasado, que la crisis económica global que explotó en 2020, no por la pandemia de Covid-19, sino por los autoritarios decretos gubernamentales para el cese de actividades y los confinamientos obligatorios, provocaría un desastre económico del lado de la oferta que ya estamos viendo.
Por si eso fuera poco, para contrarrestar la destrucción de valor, riqueza y empleos que provocaron, gobiernos y bancos centrales lanzaron los mayores estímulos de inyección (creación) de dinero, deuda y gasto público de la historia.
No se necesitaba entonces una bola de cristal para “adivinar” que con una demanda que volvería tarde o temprano con toda su fuerza tras los confinamientos, la oferta no estaría más ahí para satisfacerla.
Además: en un sistema de dinero fíat (dinero inconvertible, sin respaldo) se puede crear toda la liquidez que se desee. El dinero ya ni siquiera tiene que ser impreso o acuñado. Basta con un “teclazo” en una computadora para crear “de la nada” miles de millones de dólares”. Pero dinero fíat no es riqueza. Dinero fíat no son bienes y servicios.
Los monetaristas modernos hacen como si el mundo real pudiera obedecer sus caprichos. Como si los bienes, servicios y mercancías que satisfacen gustos y necesidades humanas también pudieran ser creados “del aire” a placer. ¡Pero no es así!
Los bienes – y muy en especial las materias primas (energéticas, agropecuarias, etc.)- tienen que ser producidos para poder ser comercializados.
Pero millones de empresas y sus empleados no existen más porque no pudieron resistir el cese de actividades al que fueron condenados por los gobiernos. No están ahí para atender la demanda de sus clientes.
Las oportunidades de negocio siguen allá fuera, pero tomará mucho tiempo para que esos espacios sean llenados por capital y emprendedores frescos.
Así pues, con una demanda que ha vuelto, estímulos de crédito y gasto sin precedentes y una economía endeble, algo tenía que ceder: los precios.
Los precios siempre son mensajes que, para quien los sabe leer, transmiten información de vital importancia.
En este momento, lo que nos dice la inflación – que es más conveniente entender como la pérdida de valor del dinero en vez de alza de precios-, es que el grado de creación de dinero, deuda y crédito ha alcanzado tales niveles, que las inmutables leyes económicas nos harán pagar muy caro este “pecado monetario mortal”.
La penitencia que todos cargaremos encima a causa de las malas decisiones de nuestras autoridades, no será otra que la mayor “onda de choque” inflacionaria global de los últimos 40 años.
Es en este contexto, por sí ya muy grave, que la variante Ómicron del SARS-Cov2 llega a agregar un componente adicional de tensión e incertidumbre al mundo.
Estamos en un punto de quiebre: ojalá que los gobiernos no tropiecen con la misma piedra del encierro obligatorio, pero de lo que NO podremos escaparnos es del estancamiento económico con inflación. La famosa y temida “estanflación”. ¡No hay escapatoria!
Llegó la hora de pagar con una muy severa resaca la “borrachera” de corrupción monetaria y de sinrazón gubernamental.
No se sorprenda entonces si en 2022, comenzamos a ver tasas de inflación de dos dígitos.
¡Por eso es hora de gastar todo lo que tiene!
Tome previsiones y actúe en consecuencia. Reitero: no es hora de ahorrar en el sentido de guardar el dinero “debajo del colchón” o en instrumentos no tradicionales (como cetes, pagarés, plazos fijos, afores, sofipos, etc.). Hay que generar más ingresos y luego gastar el máximo posible en activos que nos protegerán – y hasta harán ganar– con la crisis inflacionaria que se nos viene encima.
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Una gran transferencia de valor y riqueza está por ocurrir, de los impreparados hacia los previsores. Usted decide de qué lado estar.