Cuando se enteró de la existencia de la bomba atómica, el gran historiador de temas bélicos, Bernard Brodie, le dijo a su esposa: “Hasta ahora el principal objetivo militar ha sido ganar guerras. De aquí en adelante será evitarlas”.
La razón fundamental de esta forma de pensar, son las nuevas reglas del juego. La humanidad jamás había tenido en sus manos a través del arsenal nuclear, semejante poder de destrucción.
Usted o yo amigo lector, no podemos acercarnos a un alto mando del ejército para preguntarle: “¿En cuántas guerras nucleares ha participado usted mi General?”. No hay experiencia previa y por eso también cuesta mucho trabajo evaluar, imaginar las consecuencias en caso de que se desate un conflicto de esa magnitud.
Algunos aseguran que Corea del Norte tiene la capacidad de explotar una bomba dos veces más poderosa que la de Hiroshima, pero… ¿a quién creerle? Bush mintió sobre el arsenal nuclear de Irak. Convenció al mundo de que Hussein era una amenaza para el planeta y en nombre de Dios desató una costosa guerra que provocó miles de muertos, sufrimiento, destrucción. Una guerra que terminó por alentar precisamente lo que prometía evitar: el terrorismo. Bush nos tomó el pelo a todos. ¿Estará haciendo ahora lo mismo el Pentágono con Corea del Norte o realmente dice la verdad?
Me queda claro que hasta el momento, las amenazas de guerra que están lanzando EU y Corea del Norte, son para tratar de disuadir, intimidar al contrario y ganar poder de negociación. “Si tú me atacas yo respondo y también puedo borrarte del mapa”, parece ser la consigna detrás de esas declaraciones.
Pero el equilibrio es tan frágil, que una vez que alguno de los dos lance el primer golpe verdaderamente efectivo, entonces se perderá el control de la situación. No habrá ya espacio para negociar, para el ámbito de la política, sino hasta que concluya un conflicto armado que podrían desatar.
Por eso, aun suponiendo que no nos están engañando otra vez y que todo lo que aseguran sobre el potencial nuclear de Corea del Norte es real, entonces cobra mucho sentido la petición de los gobiernos de China y Francia de privilegiar la diplomacia y negociar para evitar el conflicto y mantener la paz.
Hoy más que nunca, en un mundo donde la tecnología, la capacidad militar multiplican las posibilidades de provocar un desastre a nivel global (que se magnifica en caso de que aliados de uno y otro bando también con capacidad nuclear intervengan en el conflicto para tratar de inclinar la balanza, como podría ser el caso de Rusia en favor de Corea del Norte o de Inglaterra en favor de EU), cobra mayor relevancia la capacidad para actuar de manera inteligente, con visión. Para privilegiar la estrategia.
Y es que para como están las cosas, un error de juicio en la era nuclear puede tener consecuencias catastróficas. No es exageración: cualquiera con un poco de sentido común puede intuirlo.
Aquí la gran pregunta es: ¿y tendrán esa capacidad para actuar de manera inteligente, estratégica, el niño loco mimado de Corea del Norte, Kim Jong-un que mató a su novia o el Frankenstein de la ultraderecha estadounidense, Donald Trump que dice nunca haberse imaginado que tan difícil es gobernar un país, para evitar el conflicto? ¿Para llegar a una solución negociada, pacífica? ¿En manos de quién estamos?
¿Podrán actuar de forma sobresaliente estos dos populistas, demagogos, que se alteran a la más mínima provocación? ¿Qué son maestros en el arte de manipular las emociones, pero que han mostrado escasa capacidad para actuar de manera racional? Eso es lo que en verdad preocupa.
Donald Trump en su libro: “El Arte de la Negociación”, presume que: “La clave…es la osadía. Juego con las fantasías de la gente. Nunca está de más un poco de hipérbole. A la gente le gusta creer qué tal o cual cosa es la más grande, la más atrevida o la más espectacular. He dicho hipérbole, que es exagerar sin mentir, es decir, la exageración en su variedad inocente, que es además una forma de promoción muy eficaz”.
Pues más nos vale que estén exagerando, por el bien de la humanidad. Que a final de cuentas actúen de forma racional, estratégica, en aras de preservar la paz y estabilidad mundial.
El problema es que no sería la primera vez, y usted lo sabe, que líderes ambiciosos, enfermos de poder y de protagonismo, lancen a sus países a aventuras militares descabelladas con un alto costo para la población. En verdad oremos porque éste, no sea el caso.