El vaivén reciente en los mercados financieros globales envía señales desequilibradas respecto al rumbo que tomarán las acciones y otros activos de riesgo en los próximos meses, y en ese contexto también las opiniones de los principales analistas de Wall Street están divididas entre el pesimismo excesivo y el optimismo –un tanto– cauteloso. ¿Quién da más?
Y es que tras un prolongado período de sombríos pronósticos por la caída del índice bursátil de referencia S&P 500 desde sus máximos históricos, en las últimas semanas han surgido algunas voces disidentes que se animan a vaticinar un posible rebote táctico de fin de año. En este espacio creemos que tienen razón.
Entre los analistas que encabezan el bando más optimista está uno de nuestros favoritos y de los más acertados, Michael Hartnett, de Bank of America (BofA), quien vislumbra varias señales que podrían presagiar un repunte temporal de los activos de riesgo antes de terminar 2023.
El primer indicio al que apunta es la evolución del Indicador de Toros y Osos que elabora el propio BofA a partir de sondeos entre administradores de fondos institucionales. Este índice, que mide el sentimiento predominante en Wall Street, tocó un piso de 1.4 puntos la semana pasada, el registro más bajo desde noviembre del año pasado, configurando así una “señal de compra” de oportunidad por tercera semana consecutiva ante lo barato de los precios.
Según Hartnett, esto refleja un excesivo pesimismo y escaso posicionamiento en acciones por parte de los grandes inversores, pues –históricamente– cuando ese indicador marca mínimos, el S&P 500 suele recuperarse con fuerza en los meses siguientes.
El caso es que en las 12 semanas posteriores a la activación de dicha señal en el pasado, el mercado accionario estadounidense en concreto llegó a trepar en promedio un muy atractivo 6 por ciento.
Otros indicios técnicos que refuerzan la lectura optimista de Hartnett para noviembre y diciembre son que el petróleo no ha logrado sostenerse por encima de los 100 dólares el barril, a pesar de múltiples focos geopolíticos que amenazan el suministro; que los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense no han perforado aún el techo psicológico del 5 por ciento, y que el S&P 500 supo rebotar con fuerza tras abatir los 4,000 puntos hasta regresar a niveles superiores a los 4,300 dólares.
Para el estratega de BofA, estos elementos configuran un panorama en el que ya no existen trabas técnicas contundentes para que se produzca un rally alcista de magnitud en los próximos meses, posiblemente impulsado por un recurrente efecto de fin de año, cuando los gestores suelen aumentar sus apuestas a activos de riesgo.
Hartnett ve potencial específico en varios sectores cíclicos y de mayor apalancamiento financiero que habían sido castigados con dureza durante la corrección del tercer trimestre, como los fideicomisos de inversión inmobiliaria (REITs), la banca, el comercio minorista y firmas de pequeña y mediana capitalización.
Pese a su optimismo, se muestra más cauto respecto a activos tecnológicos y de alto crecimiento, que en la última década se habían visto ampliamente favorecidos por el exceso de liquidez y bajas tasas de interés.
2024: se acerca una recesión
Claro que no todo son buenas noticias en el análisis de Hartnett. En particular le preocupa que el petróleo se haya estabilizado luego de subir un 30 por ciento tras el conflicto armado Israel-Gaza, ya que interpreta esto como una señal adelantada de que el mundo se está acercando a una recesión. Y así es.
Sopesando todos estos factores, el estratega concluye que hay margen para que se produzca un nuevo rally (alza) táctico temporal de magnitud en los próximos meses, pero que ahogaría su fuerza previo a un desplome en 2024.
Por tanto, ese fuego artificial de fin de año sería sólo un espejismo dentro de una tendencia bajista de más largo plazo, advierte, dado que en 2024 se produciría una recesión global con su inevitable volatilidad financiera. Incluso vaticina que para entonces el desempleo en Estados Unidos superaría holgadamente el 5 por ciento, provocando gran malestar social.
En ese contexto de mediano plazo, recomienda mantener posiciones largas en activos reales que históricamente se han beneficiado de entornos de alta inflación, como el oro, acciones de valor y de pequeña capitalización, bancos y mercados emergentes.
Con base en estas observaciones, aconsejamos a nuestros suscriptores asumir temporalmente posiciones de riesgo en índices bursátiles y criptos, sin dejar de lado posiciones defensivas en oro y dólares, en anticipación de un par de años, 2024 y 2025, que no serían tan buenos.