La economía mexicana es como un barco con los motores encendidos y queriendo ir hacia adelante, pero con una enorme ancla en el fondo del mar que no le permite avanzar. Esto se lo digo porque la semana pasada, el Departamento de Comercio de Estados Unidos, informó que de enero a noviembre del año pasado, el intercambio comercial entre ese país y México, ascendió a 567 mil 813 millones de dólares.
Esto representa un incremento de 0.5% respecto al mismo periodo del año anterior, pero lo más importante, es que con este dato, nuestro país acumula ya once meses como principal socio comercial de de Estados Unidos, por encima de China, nuestro principal competidor.
Un año antes, en noviembre de 2018, México ocupaba el tercer puesto por detrás de China y Canadá.
En esta columna dijimos desde hace algunos meses, que México era un posible beneficiario de la llamada “guerra comercial” que el presidente Trump inició contra Beijing, y así está resultando, al menos para las exportaciones mexicanas.
Recordemos que de fondo lo que quiere Trump es básicamente reducir el déficit comercial de la Unión Americana y que haya un intercambio más justo. Y es que si en algo tiene razón, es en que su país tiene las puertas más abiertas (bien hecho) de lo que sus socios comerciales las abren a las mercancías norteamericanas (mal hecho).
Así que mientras continúan las tensas negociaciones, Trump ha impuesto aranceles a diversas mercancías chinas. Este encarecimiento sumado a una inminente crisis china por la debilidad de su sector bancario -que está atascado de deuda basura que nunca podrá ser cobrada-, se suma a la incertidumbre del resultado de esta “guerra”. En consecuencia, un efecto colateral es que México y sus proveedores se vuelven más atractivos para los inversionistas e importadores norteamericanos.
El que exista un Tratado de Libre Comercio entre EU y México está demostrando ser una ventaja muy importante, sin olvidar además que pronto se convertirá en el nuevo T-MEC.
Los datos oficiales del Departamento de Comercio estadounidense confirman pues, que al menos a México le ha ido bien con aquella “guerra comercial” EU-China, sobre todo ahora que ya no se tienen temores de que Trump cancele el TLCAN.
Es más. El martes pasado por la mañana el Comité de Finanzas del Senado de Estados Unidos votó a favor de la ratificación del nuevo T-MEC, con lo que su aprobación final y definitiva podría darse antes de terminar enero.
En el acumulado de 2019, las exportaciones mexicanas crecieron un 3.6 por ciento anual, lo que nos habla de que ese “motor externo” que es la economía americana, continúa encendido alejando por ahora cualquier temor de recesión.
¿Cuál es el problema? Que así como han crecido nuestras exportaciones, las importaciones se contrajeron de enero a noviembre de 2019 a una tasa de 3.5 por ciento anual (aquí si hay un ‘atorón’ económico).
Por eso le digo que México es un barco con el motor externo empujando, pero en lo interno, el gobierno Federal con sus malas decisiones (cancelar el NAIM “salvar” Pemex, contruir Dos Bocas, Santa Lucía y el Tren Maya, entre otras) se ha convertido en una gran ancla que no nos deja avanzar.
Para que la economía en general vuelva a crecer -como lo venía haciendo hasta 2018-, sigue haciendo falta el motor interno.
Las finanzas públicas del país hasta ahora se han mantenido más o menos equilibradas y eso es positivo, pero para atraer más inversión productiva sigue haciendo falta dar certidumbre a los inversionistas, seguridad, y generar confianza en que en el futuro no se tomarán decisiones que aceleren una futura crisis en el país.
Como -por desgracia- no hay grandes esperanzas de que el presidente López Obrador corrija el rumbo, lo mejor es tener claro que hay que prepararse en este año de calma, para la tempestad que sí o sí, nos va a alcanzar.