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Economía básica y progreso

Adam Smith, “considerado uno de los mejores exponentes de la economía y de la filosofía económica” (Wikipedia), señala que el ser humano, racional, busca su propio beneficio por naturaleza; sin embargo, millones de seres humanos: pobres, ricos, trabajadores, funcionarios, filósofos, actúan “antieconómicamente”: gastan más dinero del que reciben.

Hay mitos y demagogia entre quienes condenan la riqueza material, entre ellos muchos intelectuales que se dicen de izquierda, defensores de los pobres y condenan a los ricos, hasta que como gobernantes se vuelven ricos.

La riqueza no es buena ni mala en sí misma, sino la forma de obtenerla y gastarla.

Un ladrón se puede volver rico. Lo condenable son los medios por los que se volvió rico y amasó una fortuna. El dinero es un medio de cambio y sirve para guardar el fruto del trabajo. La riqueza es condenable solo si se obtuvo por robo o fraudes.

Al hacer una distinción entre el llamado “fin operis” y “fin operandis” comprobamos que la maldad y bondad no están en el dinero, sino en quien lo usa y cómo lo obtuvo.

Una pistola en sí misma no es buena ni mala, puede ayudarnos a evitar perder nuestra vida o usarse para privar de la vida a otro.

El fin de la economía es marcarnos el camino básico para vivir mejor sin perjudicar a terceros.

Es producto de la ignorancia, la demagogia o la envidia, sostener que la economía busca la igualdad de todos en su nivel de vida, esa igualdad, como explico en el libro “Economía Básica”, solo se da en la extrema pobreza.

En el texto de un gráfico del libro, señalo que “El objetivo de la economía es lograr un mejor nivel de vida no igualdad de ingresos” y dejo claro que en el progreso hay desigualdad de ingresos. Solo en la pobreza extrema hay igualdad de ingresos.

En la economía de un país democrático los ciudadanos deciden en qué trabajar y qué porcentaje ahorrar, gastar y hasta qué suma obtenida dejan de laborar.

En las dictaduras, donde los gobernantes no solo tienen el poder político sino el económico, y son dueños de “vidas y haciendas”, se consolida una dictadura: poder político y económico en manos de los gobernantes, quienes se convierten de hecho en los dueños de las principales empresas, aunque demagógicamente dicen que las empresas estatales “son del pueblo”, como sucede en México con las empresas eléctricas y petroleras, las que solo enriquecen a sus directivos y a los altos funcionarios, quienes las manejan como sus dueños.

En el libro de mi autoría, titulado Economía Básica, disponible en Amazon, demuestro con datos y ejemplos, que en México y en todo el mundo, la propiedad de las empresas por los gobernantes es fuente de corrupción, de una mayor dependencia externa, como sucede con los monopolios estatales de electricidad y gasolina, cuya producción monopolizan los gobernantes, y los faltantes, para enfrentar el consumo de los ciudadanos, los importan de los EUA, país que si decide prohibir las exportaciones de electricidad a México por un mes, habría escasez de gasolina y luz en muchas ciudades de México.

Es mejor que los particulares y los extranjeros produzcan electricidad y gasolinas en México, a que tengamos que importar una proporción de esos productos de los EUA, principalmente de Texas.

@luispazos1

lpazos@prodigy.net.mx

Luis Pazos

Conferencista de temas económicos, financieros y políticos. Autor de libros sobre economía, finanzas y análisis político.