Una de las causas de que los ciudadanos no mejoren su nivel de vida al elegir a sus gobernantes, es que un gran número de los electores no tienen idea de los verdaderos resultados de lo que les prometen los políticos. La demagogia o populismo, que consiste en promesas falsas e incumplibles, encuentra un terreno fértil en la ignorancia del funcionamiento de la economía por la mayoría de los ciudadanos.
Millones de desempleados y subempleados quieren un buen empleo, por lo que, en un entorno de analfabetismo económico, cualquier político que promete crear más empleos, sin decir de dónde sacará los recursos para crearlos, probablemente obtenga más votos.
Las encuestas que utilizan los políticos como base de sus programas les arrojan que más y mejores empleos son uno de los reclamos generalizados entre la población. Muchos de ellos, sin analizar las verdaderas causas del desempleo, colocan en el primer lugar de sus programas la creación de empleos. Cuando ganan adoptan políticas económicas que los reducen: más impuestos, gasto, reglamentaciones y burocracia.
Todos los trabajadores buscan ganar más. Basados en esa natural aspiración, la mayoría de los políticos prometen aumentar los salarios si los favorecen con su voto, lo cual únicamente es cierto si promueven las condiciones para aumentar inversiones que se traduzcan en una mayor productividad y oferta de empleos. Ante ciudadanos ignorantes, piensan los populistas, es más sencillo decirles que mediante el aumento de los salarios mínimos por ley incrementarán su nivel de vida.
Para muchos ciudadanos el mejor político o partido es el que promete mayores aumentos a los salarios por decreto, aunque cuando llegue a funcionario o legislador practique políticas económicas que generen inflación y reduzcan los salarios reales de los trabajadores.
Ante la natural tendencia de la mayoría de la población de tener una mejor casa, los políticos prometen darles una “vivienda digna” a todos o créditos baratos para obtenerla, pero no dicen de donde sacarán los recursos para subsidiar los créditos, regalar las casas o terrenos.
Cuando estudié en New York University (NYU), un compañero, asesor de un aspirante a la alcaldía, me comentó que su candidato perdió un debate, pues calificaron sus promesas de contradictorias: por un lado, prometió aumentar los subsidios a los pobres, realizar más obras, aumentar el número de policías y reducir la deuda de la ciudad, y por otro bajar impuestos.
-Nos dejaron en ridículo- me dijo.
-No pudimos explicar aritméticamente cómo haríamos para gastar más a la vez que reducimos impuestos, lo que a corto plazo significa menos ingresos.
Muchos ciudadanos miran con esperanza el mayor gasto público como un medio de creación de empleos, carreteras y viviendas, pero pocos cuestionan a los políticos de dónde van a sacar los recursos para el mayor gasto público.
Los recursos de un mayor gasto público, al que también le atribuyen el milagro de multiplicar la actividad económica -como Cristo multiplicó los panes-, proviene principalmente de más impuestos, más deuda o impresión de dinero, que a mediano y largo plazo empobrecen a los ciudadanos, generan inflación, desempleo y reducen la construcción de viviendas.
La mayoría de los programas llamados “sociales”, que teóricamente luchan contra la pobreza y el hambre, solo sirven en la práctica como una fuente para comprar votos y dejar más pobres a quienes lo vendieron por una dádiva inmediata a costa de perpetuar su miseria.
No solo los pobres aceptan planteamientos demagógicos, también algunos académicos, comunicadores, empresarios y sacerdotes, que, por sus ideologías, ignorancia, intereses políticos o económicos, secundan la demagogia económica.
Es importante enseñar sin tecnicismos los principios de la ciencia económica. Esa es la función del Curso Políticas Económicas Públicas, que divulga argumentos para aclarar qué promesas de los políticos son viables y positivas y cuáles demagógicas, que agravan los problemas socioeconómicos en lugar de ayudar a solucionarlos.
El curso transmite conocimientos sobre las leyes económicas y las consecuencias de no respetarlas. Plantea las alternativas de las políticas económicas y sus resultados a corto y largo plazo: presupuesto balanceado o con déficit, creación o distribución de riqueza, libre comercio o proteccionismo, incentivar producción o gasto, rigidez o flexibilidad laboral, impuestos altos o bajos, al consumo o al ingreso, progresivos o proporcionales, libertad o control de cambios, libertad o control de precios, empresas privadas o estatales, entre otras alternativas de políticas económicas públicas.
Si no tomamos el camino correcto en las políticas económicas se agrandarán los problemas socioeconómicos en lugar de solucionarse. Si no queremos políticos irresponsables, populistas, que se aprovechan de la ignorancia de los ciudadanos con políticas económicas empobrecedoras, debemos impulsar una mayor educación económica.