Cuando llegaron los judíos a Babilonia hablaron de la confusión de las lenguas, pues en ese entonces Babilonia era la ciudad más grande y plural del mundo. Convivían personas de casi todas las tribus y razas.
La Babilonia actual es Nueva York. Tuve la oportunidad de estudiar en esa ciudad. Recuerdo que cuando se celebraba el año nuevo chino había desfiles y un ambiente de fiesta en el barrio chino, y eran bienvenidos quienes lo quisieran compartir. En una cuadra de Nueva York se pueden encontrar una sinagoga y a unos pasos una iglesia católica. En las clases en la Universidad de Nueva York había griegos, musulmanes, judíos, chinos y coreanos. Descubrí que entre más convivía con ellos, me daba cuenta de que éramos más semejantes de que lo que pensé en un principio. Cada uno respetaba las tradiciones, creencias y religiones de los otros.
No siempre fue así. Los musulmanes fanáticos consideraban infieles a quienes no creían en Alá y Mahoma y los mataban. Los católicos, cuando estuvo vigente “la Santa Inquisición”, quemaban en una hoguera a quienes no creían en el Dios de los cristianos. Afortunadamente las posiciones de discriminar a otros por motivos de raza o religión ya no son bien vistas por la mayoría de las personas y gobiernos civilizados. Actualmente casi todas las religiones conviven y compiten por adeptos en un ambiente de paz.
El secreto es la tolerancia a quien tiene una religión diferente a la nuestra o es ateo. Cualquier religión o creencia debe respetarse, siempre y cuando no fomente el odio o la represión a quienes no crean en lo que ellos predican.
En su biografía Juan Pablo II comenta que una de las ideas que le costó más trabajo aceptar es que debía respetar a todos los que profesaran una religión distinta al catolicismo, aunque él considerara que estaban equivocados.
La globalización nos lleva a conocer y convivir con personas de diferentes razas, religiones, costumbres y creencias, respetarlas y tolerarlas. Se vale discutir y expresar que otras religiones están equivocadas, pero sin agredir y despreciar a quienes las practican.
La convivencia y la amistad no significa igualdad de valores y creencias, sí tolerancia y respeto por las diferencias raciales, de costumbres y de creencias religiosas.