En el mundo de las finanzas es muy común escuchar la expresión “poner el dinero a trabajar”. En la esfera económica es útil usar este tipo de analogías para explicar procesos complejos. Sin embargo, debemos cuidarnos de no caer en el simplismo, pues de lo contrario, corremos el riesgo de asumir erróneamente que ganar dinero o altos rendimientos es cosa fácil y que no requiere ningún esfuerzo.
¡Nada está más alejado de la realidad!
Ganar dinero no es cualquier cosa, y sólo hay una manera de lograrlo de manera honrada y honesta: a través del comercio (o sea, mediante compras y ventas).
De ahí que el consejo de inversión más sabio que haya escuchado es de una auténtica “leyenda viviente” de Wall Street y quizá el mayor experto en commodities (materias primas) del planeta: Jim Rogers.
Dicho consejo de inversión es: “compra barato y vende caro”.
Lo que ese magnate dice con otras palabras es que la forma de hacer dinero en las inversiones es a través del comercio. ¡No hay otra forma legítima de hacerlo!
De hecho, no importa si se es empleado, auto empleado o empresario, tus ingresos siempre dependen de una compra/venta.
Cuando cobras un sueldo, quien compra tu trabajo es tu empleador, y por eso te paga. A su vez, él para pagarle a otros empleados, para mantener viva la empresa y además obtener ganancias (para eso es cualquier negocio) tiene que vender sus productos o servicios.
Desde luego, el nivel de ingresos generados por las ventas debe ser mayor a todos los costos para que haya utilidades. Es decir: el empresario o inversionista, el creador de valor, tiene siempre que vender “más caro”, o sea, por una suma de dinero superior a todo lo que compra.
Suena y se dice fácil, pero no lo es tanto.
Vender cualquier mercancía requiere un esfuerzo de venta y de generación de valor para que los exigentes compradores estén dispuestos a entregarnos su dinero a cambio.
Nos demos cuenta o no, todos necesitamos vender para vivir. Es falso que los empresarios exitosos “no hagan nada”. Esa es una falacia inventada por personajes socialistas que creen en equivocadas y refutadas teorías de “explotación”. No existe tal.
En una economía de mercado a nadie se le obliga a trabajar ni a nadie se le roba nada cuando es empleado. La labor del empresario es indispensable y muy difícil: crear valor, acumularlo y seguir generando más. Esa es su chamba, y siempre es riesgosa.
Para los empleados, hay un mercado de trabajo como lo hay de cualquier mercancía, y por eso la única manera de que aumenten sus salarios es si aumenta más rápido y fuerte la demanda de ese trabajo que realizan los empresarios.
Pocos empresarios = pocas empresas = baja demanda de trabajo = salarios bajos. ¿Les suena a México?
Sólo aquellas personas, empresas y países que más generan valor a través del comercio son los que ganan más dinero en función del valor generado y se desarrollan para dejar atrás la pobreza.
OJO: ese valor generado se refiere a la mayor o menor apreciación que el público consumidor tiene de las mercancías de las empresas. Y quien crea que convencer a los siempre exigentes clientes de que nos compren es cosa sencilla, no tiene idea de lo que habla.
No existe nada que “se venda solo”. Cualquier bien para llegar a ser ampliamente valorado y demandado por el público, tuvo que haber pasado por un proceso – más corto o más largo- de valoración/apreciación, y esa valoración nunca es fija, constante ni eterna.
Incluso los productos o servicios más conocidos, reconocidos y apreciados por los consumidores tienen que seguir siendo vendidos, y siempre hay riesgo de que, por cualquier causa, los consumidores pierdan aprecio/valoración por ellos y en consecuencia los demanden menos o incluso dejen de comprarlos por completo.
La palabra clave en el párrafo anterior es: riesgo.
Nunca la venta de un producto está asegurada como tampoco se tiene certeza absoluta de antemano de que se podrá vender con ganancias. Jamás.
¿Por qué entonces la gente cae una y otra vez en el cuento de que se puede volver rica y alcanzar la independencia financiera de manera fácil y sin esfuerzos?
Porque como diría un clásico, aquellos que engañan siempre encuentran a alguien que se deje engañar.
No hay por lo tanto que caer en la trampa de aquellos que nos prometen grandes ganancias o rendimientos “garantizados” nada más por entregarles nuestro capital.
Recuerden que para poner “el dinero a trabajar” se requiere comerciar y correr riesgos que, si no los conocemos, podría llevarnos a tomar malas decisiones financieras y, en el peor de los casos, a perder todo lo que hayamos ganado con gran esfuerzo. ¡Cuidado!