En busca de que la gente se endeude menos con la tarjeta de crédito, que mejor disminuya su gasto para ahorrar más y quitarle presión alcista a los precios, el Banco de México (Banxico) determinó ayer mantener elevada –sin cambio– su tasa de interés objetivo en 11.25 por ciento. Con esa decisión, el banco central puso fin a un ciclo alcista que se extendió 22 meses, con un total de 15 movimientos y un incremento acumulado de 725 puntos base.
Los miembros de la Junta de Gobierno adoptaron esa postura de manera unánime, basados en la valoración de que la economía mexicana ha entrado en una fase desinflacionaria (de “menor inflación”).
En su comunicado de este jueves, Banxico dice que las restricciones aplicadas hasta ahora son suficientes para continuar impulsando la convergencia hacia el objetivo de inflación establecido del 3 por ciento.
Aquí cabe destacar que el anuncio marca una divergencia en comparación con la política monetaria de Estados Unidos, pues –a diferencia de México, donde la tasa de referencia se mantuvo sin cambio– allá la Reserva Federal (Fed) aumentó sus tipos de interés en 25 puntos base un par de semanas atrás. Después de nueve meses de sincronía en las decisiones en la materia, esta discrepancia sugiere posibles cambios en la coyuntura económica a mediano plazo.
“La Junta de Gobierno consideró que se ha entrado en una fase de desinflación debido a que diversas presiones se han mitigado. Sin embargo, juzgó que éstas siguen incidiendo sobre la inflación, la cual permanece alta, y que el panorama inflacionario continúa siendo muy complejo”, señala el comunicado.
Si bien se ha observado un proceso de desinflación, en este espacio hemos advertido que la realidad es que será extremadamente complicado lograr que la inflación converja hacia las metas establecidas por Banxico en México y la Fed en Estados Unidos en lo que resta de la década.
Atribuimos esta dificultad a los históricos estímulos monetarios y al gasto público sin precedentes en las economías desarrolladas durante la pandemia, así como al proceso –más lento de lo que muchos analistas del “mainstream” pronostican– de desdolarización en todo el mundo.
Y si bien no concordamos con quienes afirman que el dólar está “al borde del colapso”, sí reconocemos que su muy lento proceso de muerte (iniciado en 1971, cuando el billete verde abandonó definitivamente el patrón oro) condena a la divisa estadounidense a perder su estatus de reserva global, aunque a largo plazo.
En consecuencia, por más que los mercados financieros y los inversores esperan ansiosos que los bancos centrales recorten las tasas de interés tan pronto como este mismo año, en Top Money Report advertimos que –debido a la persistente inflación– se mantendrán elevadas durante un período más prolongado de lo que muchas personas quieren.
Tal situación podría condenar a nuestras economías a un período de estanflación, tal como lo hemos pronosticado aquí.
Así pues, en la medida en que la economía mexicana se adentra en una fase desinflacionaria y se produce una divergencia en la política monetaria con respecto a Estados Unidos, se requerirá un enfoque cuidadoso y una evaluación constante de las condiciones económicas y financieras para lograr un crecimiento sostenible y estable de largo plazo.
Para los inversionistas, esto puede significar el inicio –relativamente pronto– de una “temporada de ofertas” en los mercados financieros, que tenderán a abaratarse antes de que la Fed vuelva al rescate con nuevas oleadas de “impresión monetaria, que de nuevo traerán los ansiados tiempos de un mercado alcista en las bolsas de valores, criptos, materias primas y mercados emergentes. Estén atentos.