En estos momentos mucha gente se pregunta ¿qué otros bancos mexicanos podrían quebrar? Por supuesto, la duda y temor surgen después de que las autoridades financieras anunciaran el inicio del proceso de liquidación de Banco Ahorro Famsa (BAF), y ante un escenario económico extraordinariamente adverso desencadenado por la crisis Covid-19.
Para empezar, recordemos que los bancos han convenido otorgar prórrogas extraordinarias para clientes cumplidos, con los que podrán suspender sus pagos hasta 6 meses en algunos casos, sin ser considerados como cartera vencida.
Se trata de una ayuda tanto para los deudores como para los propios bancos.
El desplome sin precedentes en el empleo y la economía asegura que miles – o quizá millones- de personas no podrán cumplir con sus compromisos de pago. Una oleada de impagos dispararía la cartera vencida, y generaría un efecto dominó de quiebras con consecuencias imprevisibles.
Pero ¿se resolvió el problema con la prórroga ofrecida por los bancos? Seguramente no.
Lo que hicieron fue posponer el ‘tsunami’ de incumplimientos con la esperanza de que medio año después, la economía habrá mejorado lo suficiente como para que los deudores vuelvan a pagar sus créditos. ¿Sucederá? Podemos apostar a que una ola de impagos se va a dar de cualquier manera, pues ni la más rápida de las recuperaciones (que no empieza aún) nos llevará a tener una economía del tamaño que teníamos a principios de año.
En este sentido, es un hecho que más bancos enfrentarán presiones fuertes en próximos meses. La recuperación si bien nos va llegará en dos o tres años.
Pero ¿por qué hasta instituciones vigiladas terminan quebrando? No olvidemos son los propios bancos los que declaran su información al Banco de México (Banxico), por lo que el riesgo de que su información sea incompleta o falsa siempre estará presente. Parece que eso hizo BAF.
La lección es: nunca confunda el término “institución regulada” con “institución sólida”, ya que NO son sinónimos.
De hecho, la alerta roja sobre BAF se encendió cuando en Estados Unidos se apegó al Capítulo 11 de la ley de bancarrota a finales de junio.
Fue hasta entonces que la CNBV y Banxico dieron a conocer el verdadero Índice de Capitalización (ICAP) de BAF que resultó ser de -6.02 por ciento, cuando el mínimo permitido en la regulación es de 10.5 por ciento. En marzo, el ICAP declarado de BAF era de 11.34 por ciento. Una presunta mentira que provocó un desastre que seguro viene de mucho tiempo atrás, no sólo por la pandemia.
Por si fuera poco, la periodista Jeannette Leyva publicó la semana pasada en El Financiero que “podría no ser uno sino dos bancos más en problemas y encaminados a salir del sistema financiero debido a incumplimientos en su capital”. Las autoridades no los darán a conocer para no arriesgarse a provocar una “corrida bancaria” de ahorradores que retiren en masa su dinero de esos u otros bancos.
¿Qué pasará ahora con los clientes de BAF?
El Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB) aplicará el “seguro” de cobertura para los ahorradores hasta por 400 mil UDIs. Al 1 de julio pasado eso equivalía a 2 millones 578 mil 066.40 pesos por persona. El IPAB ya incluso ha comenzado a enviar cheques a miles de ahorradores de BAF. Arriba de esa cantidad, tendrán que esperar a que se liquiden los activos del banco para recuperar algunos centavos por cada peso. El resto de su capital, lo habrán perdido.
Sin lugar a duda, esta quiebra es una excelente ocasión para recordarnos que tener dinero en el banco no es siempre una inversión segura como muchos creen.
Las quiebras son parte inseparable de la economía, y dado que es nuestro propio dinero el que puede estar en juego, hay que tener cuidado y hacer la tarea necesaria antes de decidir a qué institución financiera confiaremos nuestros recursos. Creer a ciegas que las autoridades nos protegerán o que cualquier empresa es segura, puede ser un grave error.