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¿”Ahora sí” viene la Tercera Guerra Mundial?

Los mercados financieros y la economía del orbe enfrentan un escenario desafiante, marcados por un contexto internacional que está definido hoy por la creciente tensión y la amenaza de conflictos a gran escala. Es tal el grado de incertidumbre que en muchas mentes (una vez más) surge una aterradora perspectiva, pues se preguntan si estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial.

El reciente aumento en los precios de futuros del petróleo Brent, la caída en las tasas de rendimiento de los bonos del Tesoro de Estados Unidos y la volatilidad en los mercados de valores sugieren que los inversores están nerviosos y cautelosos. Es normal.

Los futuros del petróleo Brent se mantienen por encima de los 90 dólares el barril. Esto se produce en un momento en que la tensión en Medio Oriente está en su punto máximo debido a la escalada de conflictos en la región, con Israel preparándose para una invasión terrestre de la Franja de Gaza.

Añada que las tasas de rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 y 30 años cayeron significativamente, lo que representa una señal de alarma para los mercados y refleja la búsqueda de refugio seguro por parte de los inversores en estos tiempos de incertidumbre.

El índice bursátil de referencia S&P 500 continúa con pérdidas notables, lideradas por el sector tecnológico y el consumo discrecional (bienes y servicios que la gente quiere pero que no necesariamente obtiene), aun cuando las acciones de defensa y de energía tuvieron un buen desempeño.

Los eventos recientes en la política internacional han llevado a una situación sumamente compleja, pues la amenaza de una invasión a gran escala en Gaza ha desencadenado una serie de respuestas beligerantes por parte de líderes mundiales.

Irán, por ejemplo, ha advertido a Israel de posibles consecuencias si cumple tal acometida, mientras que Estados Unidos ha instado a Irán a mantenerse al margen.

También se han registrado enfrentamientos entre Israel y la milicia terrorista de Hezbollah en la frontera norte de Israel con Líbano, y se ha informado de ataques con cohetes desde Siria y Yemen contra posiciones judías en los Altos del Golán.

La situación se complica aún más con la advertencia de que en –un futuro cercano– Azerbaiyán podría invadir a la también exrepública soviética Armenia, al mismo tiempo que se ha señalado que la presencia militar de EU, junto con la ausencia de lluvias monzónicas en octubre, podría abrirle a China una ventana de oportunidad para atacar Taiwán.

En un intento de mantener la estabilidad en la región, Estados Unidos ha retrasado temporalmente el despliegue del segundo grupo de portaaviones en el Mediterráneo oriental.

Tan sombrío panorama mueve al análisis a expertos, entre ellos Benjamin Picton, senior macro strategist del banco holandés Rabobank, quien afirma que el orden de seguridad mundial está colapsando, y que el planeta podría estar volviendo a un escenario de tensiones entre grandes potencias y guerras regionales no visto en décadas.

El historiador británico Niall Ferguson ha alertado, incluso, sobre la posibilidad de que esta cascada de conflictos tenga el potencial de escalar a una Tercera Guerra Mundial, una perspectiva aterradora que todavía es evitable, pero que plantea un riesgo significativo.

Acerca de las implicaciones para los mercados financieros, Rabobank plantea que la incertidumbre y la posibilidad de conflictos generalizados podrían llevar a una combinación de factores, incluida la inflación, la represión financiera, la escasez y una reversión de la expansión económica que los mercados no han experimentado en mucho tiempo. Se vislumbra la posibilidad de una economía de guerra, que requeriría una adaptación significativa por parte de inversores y empresas de todo el planeta.

Dado que los acontecimientos internacionales se desarrollan rápidamente, surge una pregunta que permanece sin respuesta: ¿qué podría encender la mecha de este polvorín geopolítico? La historia nos enseña que los conflictos a gran escala pueden desencadenarse de manera impredecible.

Más allá de las pruebas y las acusaciones mutuas entre Israel y el grupo terrorista Hamas, la guerra, siempre destructiva, conduce al decrecimiento económico y sólo beneficia a ciertas industrias militares, como la fabricación de armas y la tecnología bélica.

La economía en general, en cambio, se basa en la creación de valor a través del comercio y el intercambio de bienes, no en la destrucción de capital y la pérdida de vidas, que es lo que ocurre en las guerras. Y aunque no faltan quienes afirman que las conflagraciones pueden impulsarla, esto es un mito, pues en realidad socavan el progreso de la sociedad.

Por otro lado, la cancelación de reuniones en Medio Oriente por parte del presidente Joe Biden, tras el ataque al hospital en Gaza, muestra un debilitamiento del liderazgo estadounidense. La falta de dirección y el aumento de la deuda pública son preocupaciones adicionales.

En un contexto de inflación creciente, el gasto público desenfrenado y la deuda pública en niveles récord, está el riesgo de estancamiento económico con inflación, lo que posiblemente acarrearía tasas de interés aún más altas por un período prolongado. En tal escenario, el crecimiento real podría ser negativo, a pesar de las cifras nominales de avance económico.

Por si fuera poco, la creciente deuda global, que supera ya los 400 billones de dólares (sí, 400 millones de millones de dólares), plantea preocupaciones sobre la estabilidad financiera global y resalta la importancia de comprender la complejidad de la economía mundial.

En fin, es poco probable que nos encontremos ante el inicio de otra guerra mundial, pero eso no significa que la economía global y los mercados financieros no sufrirán si las contiendas en curso se prolongan. De hecho, es casi seguro que en un conflicto de larga duración, en lo que resta de la década los habitantes del mundo tengamos que padecer de un estancamiento con inflación (estanflación), mercados financieros y bienes de valor real en caída.

Guillermo Barba

Guillermo Barba es licenciado en economía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Máster en Economía de la Escuela Austríaca por la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) de Madrid, España. Es un profesional formado además en las teorías de la Nueva Escuela Austríaca de Economía (NASOE, por sus siglas en inglés), fundada por el Prof. Antal Fékete.