Lo que le está pasando a Tesla es sintomático de la cruda realidad con la que se ha topado la industria de los autos eléctricos, que invierte grandes sumas en capacidad y desarrollo tecnológico apostándole a un crecimiento sostenido de la demanda, pero que más bien se ha ido aletargando debido a limitaciones en infraestructura y las muchas de los propios vehículos.
Si bien es cierto que la transición de vehículos de combustión interna a eléctricos (VE) se mira inevitable a largo plazo, cada vez son más las señales de que no sucederá tan rápido como pretenden las autoridades en diferentes partes del mundo, ni siquiera en los países desarrollados.
Debemos tener clarísimo que la electromovilidad implica un gran desarrollo de infraestructura y, por tanto, un gasto significativo, lo que prácticamente excluye a los países en vías de desarrollo, entre ellos México, que –a las claras– está rezagado en la materia.
Lo que le digo es que si los países ricos tienen problemas para crear la suficiente infraestructura de carga, que opere de manera rápida y ágil, desde luego que es más difícil para los países en vías de desarrollo.
Añada a eso las desventajas propias de los autos eléctricos -de los aquí sólo hacemos mención de algunas (frente a los de combustión interna): precios más altos, mayores costo de mantenimiento, depreciación, reparaciones más caras y lentas, refacciones gravosas y escasas, autonomía limitada y dependencia de la red eléctrica, etc.
Otro inconveniente es el tiempo de carga. Abundan los memes de las enormes filas de modelos Tesla faltos de electricidad.
No es tan fácil como ir a la gasolinera, ponerle cien pesitos de Magna y listo, sino que se requieren horas para reabastecer la batería, y no en cualquier lugar, un tiempo en el que simplemente no es posible mover el VE. Así de claro.
Lo bonito puede salir caro
Un mecánico competente puede reparar prácticamente cualquier motor de combustión, pero no uno eléctrico, que por su tecnología únicamente puede ser arreglado por personal capacitado, del que hay relativamente poco.
Anote también que se devalúan más. La española Ganvam (o Asociación Nacional de Vendedores de Vehículos, Reparación y Recambios) estima que a los tres años un VE se deprecia el 47.1 por ciento, mientras que un auto de gasolina pierde el 28.5 y un poco menos el híbrido, con una merma del 27.4.
Todo ello está provocando que muchos dueños de eléctricos estén considerando venderlos y mejor optar por los híbridos o de plano retornar a los de combustión interna.
Los llamados early adopters, que se subieron pronto a la caravana de los autos eléctricos, unos por moda y otros por ser de los primeros en poseer un Tesla, hoy se están dando cuenta de que los VE pueden resultar mucho más caros de lo que pensaron.
Son múltiples las complicaciones y problemas asociados a los autos eléctricos, cuyas ventas parecen estar desacelerándose en el mundo desarrollado, principalmente.
Tesla informó que en el primer trimestre construyó 433,000 unidades, pero sólo colocó 386,810, su primera caída anual en ventas desde la pandemia.
Enfrentada a una mayor competencia de armadores occidentales y de los chinos como BYD y ahora hasta Xiaomi, la compañía de Elon Musk respondió bajando precios agresivamente los precios de sus autos en 25 por ciento el año pasado, lo que resultó en una caída en el margen de beneficio para los accionistas y que a la postre fuera castigada por el mercado.
Esto, además, agravó la depreciación de los autos eléctricos usados en el mercado.
Tras dicho reporte, las acciones de Tesla cayeron el 4.9 por ciento en Wall Street, con lo que su desplome anual llegó al 33 por ciento. Este año se mira ya complicado para Tesla.
Pero la caída en la demanda de VE no es aislada. Desde que Alemania, Reino Unido y Noruega redujeron o retiraron los incentivos para la adquisición de autos eléctricos, las ventas empezaron a disminuir incluso en Europa.
En suma: Quizá los autos eléctricos sean una tendencia a largo plazo (algo también dudoso debido al desarrollo actual de tecnologías alternativas más eficientes y convenientes), pero esa transición va a ser muy lenta y costosa. Muy costosa.
La recomendación en todo caso para los usuarios es que no se precipiten. “Invertir” en un auto eléctrico nuevo tendrá, sí o sí, un impacto negativo fuerte en el capital de quien los adquiera. Es dinero perdido a largo plazo. Un golpe más fuerte incluso que el de un auto de combustión interna.
Ahora que si por la razón que sea usted debe tener uno, considere hacer que la depreciación juegue en su favor comprando en VE usado para distancias cortas y conserve su auto “viejo confiable” de motor a gasolina para todo lo demás.