Es cierto que la democracia hoy se ha quedado corta frente a las expectativas ciudadanas y la complejidad del mundo contemporáneo. Sin embargo, es lo más civilizado que tenemos disponible y por ello, debemos defenderla.
El problema de hoy, -en Latinoamérica-, no es el de las ideologías, sino del plan deliberado de los supuestos gobiernos de izquierda, -como el de la 4T-, que habiendo llegado al poder ganando elecciones, o sea, utilizando los recursos que ofrece el modelo democrático, pretenden apropiarse del país y ya no dejarlo. Supuestamente, para consolidar una transformación social y política que no existe.
Esto lo han hecho muchas dictaduras contemporáneas.
Estamos acostumbrados a suponer que las dictaduras sólo pueden llegar a través de un golpe de estado perpetrado por los militares. No hay nada más alejado de la realidad, pues hoy es sumamente riesgoso.
Hoy las dictaduras pueden iniciar ganando elecciones y con el aplauso público, simplemente capitalizando resentimientos y viejos rencores. Sin embargo, -ya instalados en el poder y contando con la lealtad institucional de las fuerzas armadas-, el gobierno en turno puede manipular las elecciones sucesivas para evitar tener que entregar el poder a sus adversarios políticos.
Así sucedió con Porfirio Díaz, -que después de dos cortos periodos como presidente interino-, primero del 28 de noviembre de 1876 y hasta el 6 de diciembre, -o sea, sólo ocho días-, y después del 17 de febrero de 1877 al cinco de mayo del mismo año, o sea, menos de un mes, llegó a instalar una larga dictadura.
Sin embargo, primero ejerció el cargo del cinco de mayo de 1877, al 30 de noviembre de 1880. Después de forma ininterrumpida volvió a gobernar 26 años, habiendo ganado la primera elección y después utilizando subterfugios para reelegirse, pues tenía forma de influir en el órgano electoral. Sólo salió del poder después del estallido de la revolución mexicana, iniciada por Francisco I. Madero.
Además, Díaz no perteneció al “partido conservador”, sino al “partido liberal”.
De igual forma Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela ganando elecciones en 1998, a través del partido político “Quinta República”, que él mismo fundó. Sin embargo, manipulando al órgano electoral siguió gobernando hasta su muerte en 2013 y logró imponer a Nicolás Maduro, que gobierna hasta hoy, ganando de forma espuria todas las elecciones desde entonces.
Lo mismo sucedió en Nicaragua, gobernada por Daniel Ortega de forma ininterrumpida desde 2007 hasta la actualidad y en Bolivia, con Evo Morales, quien gobernó Bolivia desde el 22 de enero del 2006 hasta el 10 de noviembre del 2019, cuando las fuerzas armadas, -en un contexto de desorden y violencia provocadas por acusaciones de fraude electoral-, le presionaron para que renunciara.
Todos estos gobiernos autocráticos y dictatoriales tienen en común un proceso de debilitamiento del órgano electoral y la toma de control provocado desde el poder ejecutivo, -que sometido-, se prestó a legalizar elecciones fraudulentas.
Por ello, es fundamental que desde la sociedad civil defendamos al INE de los intentos de la bancada de MORENA en el Congreso, así como de los deseos del residente de Palacio Nacional, de controlar a nuestro instituto electoral.
LA AMISTAD Y SUS RIESGOS
El pecado más grave de los funcionarios públicos mexicanos, en todos los niveles, -incluida la presidencia de la república-, es precisamente la soberbia que les impide escuchar e investigar cuando hay indicios de que un cercano colaborador, -y quizá amigo-, está cometiendo abusos al amparo de su protección personal.
Los temas más cuestionables de cualquier gestión presidencial siempre son las acusaciones en contra de sus colaboradores.
El veredicto “culpable” en contra de Genaro García Luna definitivamente ensucia la reputación del presidente Felipe Calderón, pues los avisos de que debía desconfiar de su subordinado García Luna, llegaron a sus oídos y no quiso actuar.
Esto debe ser también una llamada de atención para quien hoy nos gobierna, -pues ante cualquier cuestionamiento a la conducta de alguien cercano-, siempre absuelve a su colaborador, después de avalar su honorabilidad.
Quien hoy fustiga a Felipe Calderón, dentro de unos años podría ser cuestionado por la conducta inmoral de algunos de sus cercanos colaboradores.
EL IMPACTO SEDUCTOR DEL PODER
Es inentendible que quien durante tantos años se victimizó respecto del acoso recibido de los gobiernos del PAN y del PRI, cuando estos ejercieron el Poder Ejecutivo, hoy repita lo mismo de lo que antes se quejó.
El presidente López Obrador agredió de modo injustificable al ministro en retiro de la SCJN, -José Ramón Cossío-, desde la mañanera del jueves 23 de febrero, con un lenguaje inadmisible para un jefe de estado.
Como “corruptazo, conservador e hipócrita” lo calificó simplemente porque será uno de los oradores de la marcha del próximo 26 de febrero a favor de la democracia, del INE y en contra del plan “B”, del cual él es el promotor.
Desde el poder el presidente López Obrador está traicionando la legitimidad de la lucha que durante muchos años encabezó a favor de la democracia, cuando él sólo era un líder opositor y prometía luchar por los valores democráticos.
El poder absoluto transforma… con su capacidad seductora.
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