No hay nada más patético que alguien hablando de lo que no sabe, pero pretendiendo proyectarse como experto en el tema.
Este gobierno pretende proyectarse como de izquierda, sin serlo.
La bandera de la izquierda, -asumida con vocación, congruencia y responsabilidad-, es muy respetable, pues habla de sensibilidad social, solidaridad y compromiso con el prójimo. Pero hoy está claro que la nueva izquierda latinoamericana, -con excepciones como Chile, por mencionar una-, no es mas que una conspiración mafiosa para mantener el poder.
Por ello, podemos decir que a MORENA le queda grande la promesa de transformar a México.
Escuchar a algunos morenistas defendiendo en el Congreso las encomiendas presidenciales tiene más cercanía con los talentosos diálogos de Cantinflas, que con el lenguaje profundo de la gente que representa a la verdadera izquierda. Estos morenistas se enredan en sus propios argumentos y terminan pretendiendo imponer el poder que les da representar la mayoría parlamentaria.
Escucharlos lanzar algunas citas de Antonio Gramsci, -el filósofo e ideólogo italiano de izquierda, de la primera mitad del siglo veinte-, creador del concepto “intelectuales orgánicos”-, resulta hilarante, pues parece más un guión aprendido de memoria, que una cultura política asimilada a profundidad a lo largo de años de estudio.
Por tanto, el problema actual de México no es ideológico y se confunden quienes así lo ven. El Foro de Sao Paulo no es mas que un club de dictadores obsesionados con el poder, y no un proyecto social de izquierda que pretende desarrollar a Latinoamérica de modo integral.
A final de cuentas, la estrategia morenista de dividir a los mexicanos entre izquierda y derecha, conservadores y liberales, patriotas y traidores, -entre otras clasificaciones-, parece ser una de las estrategias de la propaganda política desarrollada por Joseph Goebbels hace más de ochenta años, más que una narrativa espontánea conceptualizada por un político contemporáneo.
De que existen voces inteligentes y críticas en MORENA, -comprometidas con su ideología-, por supuesto que lo reconocemos y si no mencionamos sus nombres es para no debilitarlos frente a sus correligionarios.
Es precisamente a esa minúscula minoría morenista, -culta y con visión universal-, a la que debemos ofrecer un verdadero puente de comunicación para construir un gran proyecto de país, al margen de la parodia historiográfica de las etiquetas que hoy se manejan, -pues hoy las ideologías ya no nos dividen-, sino la obsesiva búsqueda del poder de quienes dirigen a MORENA y a este gobierno.
Todo indica que el mundo está pasando por un periodo de transición que nos dirige hacia un nuevo modelo de sociedad y de estructuras políticas.
Utilizando las palabras de Antonio Gramsci, quien dice, -palabras más o palabras menos-, que un país entra en crisis cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina por nacer, es que podemos visualizar la crisis en que hoy está sumido el mundo y México como parte de él.
Quizá este es el punto más relevante para entender el momento presente de México.
Es evidente que el modelo actual de estructura social y política en todo el mundo ha caducado. Por ello el ciudadano está en busca de un nuevo perfil de líderes, que ingresen a la política con visión fresca y ciudadana.
Sin embargo, esa renovación no está sucediendo, -ni en MORENA ni en la oposición-, donde los mismos personajes de siempre se reparten los cargos importantes y las nuevas generaciones que reciben oportunidades, son precisamente aquellas que tienen un parentesco cercano con quienes hoy toman las decisiones.
Pensar que ese modelo disruptivo y fresco de propuesta social y política que hoy exige la ciudadanía lo representa la 4T, es una ofensa para quienes sí tienen una visión de futuro.
La 4T es una versión maquillada de lo más arcaico de la política setentera del viejo PRI, a la que podríamos denominar “pre neoliberal”. Es precisamente en ese PRI autoritario en el que se formó nuestro presidente en sus inicios políticos.
Sin embargo, ese PRI se renovó a partir del presidente De La Madrid, quien decidió enviar a las mentes más brillantes de ese partido a estudiar al extranjero.
Quizá a los tecnócratas que regresaron para sanear las finanzas de México y ayudar a construir la potencia económica e industrial que hoy es nuestro país, -llegando a consolidarse como una de las 20 economías más importantes del mundo-, les faltó blindar a su proyecto de nación con una visión social, que se asegurase de ofrecer oportunidades a todos los mexicanos vulnerables, para así generar justicia social.
Esa visión humanista que debía haber cambiado las estructuras de impartición de justicia, ha estado ausente en el proyecto neoliberal. Esas ausencias son las que hoy nos urge subsanar.
Sin embargo, pretender que la 4T pueda lograr un cambio radical en nuestro modelo de país es algo totalmente descabellado, pues su punto de partida son conceptos arcaicos, propios de este mundo que ya ha caducado.
Sus planteamientos carecen de viabilidad para aplicar en este mundo presente, -muy complejo e inestable-, que exige respuestas altamente especializadas.
El gobierno de hoy es la última versión de ese mundo caduco que no termina de morir y se aferra al poder de modo obsesivo, pretendiendo poner candados para que su modelo no pueda ser cambiado en el futuro.
Entre las estrategias para imponer candados que impidan revertir las decisiones actuales del Poder Ejecutivo, podemos interpretar la militarización del país, que otorga a las fuerzas armadas responsabilidades que exceden con mucho las atribuciones que les confiere la Constitución.
Esto significa imponer a las fuerzas armadas la responsabilidad de garantizar la irreversibilidad de las decisiones de hoy, para que los próximos gobernantes no puedan modificar en el futuro el proyecto político impulsado por el presidente López Obrador. En lugar de hacerlo jurídicamente, se hace a través de convertir al Ejército en albacea del supuesto “legado” de la 4T.
¿Qué presidente de la república intentará en el futuro revertir atribuciones que hoy ya tienen las fuerzas armadas?
Por ello es necesario apelar a esas mentes visionarias que hoy están dentro de todas las corrientes políticas de México, para proponer con visión innovadora, disruptiva, incluyente y constructiva, un nuevo modelo de sociedad, -producto de la evolución y no de la destrucción-, para llegar a ese México con el que muchos soñamos.
Un país donde hayamos desterrado la pobreza a partir de brindar oportunidades de desarrollo, -personal y familiar-, pues fincar el futuro en políticas asistencialistas no es mas que un modo perverso de mantener el control político con fines electorales.
Es la sociedad mexicana la que tiene el futuro en sus manos, pues tenemos, -como parte de esta generación a la que podemos denominar “de la transición”-, la responsabilidad histórica de sentar las bases de este nuevo proyecto de país que queremos construir.
PD… Karl Marx, -como todos sabemos-, fue el ideólogo del comunismo a partir de su libro El Capital. Sin embargo, Groucho Marx fue un actor, humorista y comediante norteamericano de los inicios del cine mudo, filmado en blanco y negro. Groucho fue parte de una familia de artistas talentosos y reconocidos y es un ícono del cine de comedia, contemporáneo de Charles Chaplin y en su momento, equiparable a él.
JEFE DE JEFES
La conmemoración cívica más importante de cada año, -la que recuerda el Grito de Dolores del padre Hidalgo-, este año tuvo como momento estelar del festejo popular la canción “Jefe de jefes”, interpretada por Los Tigres del Norte, que es un gran éxito que el público vincula como un homenaje a Miguel Ángel Félix Gallardo, -el más importante capo del narcotráfico de los años ochenta-, denominado con esa etiqueta que lo mitificó como una leyenda de la cultura popular.
Es evidente que un importante factor que predispone a nuestra juventud a idealizar el estilo de vida que se lleva dentro del crimen organizado, -caracterizada por el poder, dinero y mujeres hermosas, que es como se le identifica-, es precisamente esta tendencia dentro de la industria del entretenimiento, que promueve esta temática a través de series de TV, películas, novelas y canciones.
Nuestro festejo patrio más importante de este 2022 quedó marcado por el gran impacto de esta canción, que fue bailada en nuestra más icónica plaza popular, el zócalo, por un público delirante, frente al Palacio Nacional.
Lo desconcertante es que este famoso grupo musical fue contratado precisamente por el gobierno y no hubo autoridad que les solicitara que por congruencia moral no se interpretaran canciones vinculadas al narcotráfico y la delincuencia organizada. La simple contratación de este popular grupo que ha popularizado éxitos como “La banda del carro rojo”, “Contrabando y traición”, canción más conocida como “Camelia la texana”, “La reina del sur”, y otras canciones de este corte, supondría la posibilidad de que algunas de estas fuesen interpretadas.
Por una parte, se combate al crimen organizado como una prioridad nacional y por otra con acciones como ésta se estimula el crecimiento de la “narcocultura” con tal de tener contento al “pueblo bueno” y tener su apoyo.
¿Cómo interpretar esta incongruencia?… ¿Falta de visión y sentido común?… ¿O perversidad moral?
¿A usted qué le parece?
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