Es tan descabellada la propuesta de quitar financiamiento a los partidos políticos, que hasta podríamos suponer que es una excelente estrategia de imagen para estas instituciones políticas y el INE.
Es cierto que hay malestar social por las exorbitantes cantidades que se asignan a los partidos para su administración organizacional y las campañas. Todos pensamos que es demasiado.
Sin embargo, la propuesta de que sea la sociedad quien con aportaciones premie o castigue a los partidos y candidatos es tan ingenua que parece haber sido construida para lograr que felices exijamos que sea el Estado Mexicano quien siga financiando las campañas.
Es ilógico suponer que, en este país de grandes desigualdades y carencias económicas para la mayoría de la población, sea la gente quien ofrezca ayuda a cualquier cosa que huela a política. Una cosa es donar con generosidad para las despensas de los damnificados o para el Teletón, y otra hacerlo por motivaciones ideológicas.
El mexicano es generoso por solidaridad hacia quienes están en peores condiciones que él, pero tiene un gran resentimiento contra los políticos.
¿Usted cree que los líderes políticos no lo saben o por lo menos lo intuyen?. ¡Por supuesto que sí!
Es más, saben que con la primera pensada, todas las organizaciones contra la corrupción se encargarán de desactivar esta propuesta, pues ¿Quiénes sí aportarían con gusto a las campañas políticas?.
Por supuesto que quienes aportarían serían los constructores de obra pública, quienes se cobrarían el favor con creces y entonces, las obras saldrían con un sobreprecio del 100% por lo menos, donde alcanzaría para una tajadita muy generosa para el funcionario en cuestión, que ni se notaría.
A los mexicanos la obra pública nos costaría precios estratosféricos y una corrupción peor que la que hay hoy, que va del 30% al 40% sobre el precio real.
Veríamos obras construidas con muy mala calidad y materiales de lo peor, con los riesgos de colapso, pues el funcionario que está en el negocio tendría que encubrir el fraude. Esto también podría llegar a suceder con el abasto de medicinas, consumibles, muebles, etc.
Y lo peor, es que la delincuencia organizada estaría financiando campañas a través de su sistema de blanqueo de dinero, para obtener a cambio posiciones para su gente en las áreas de policía y justicia, principalmente en los ayuntamientos.
Ante este panorama desolador, donde el dinero que entra a las campañas políticas, o es dinero aportado por el Estado Mexicano o por gente interesada en hacer negocios, lo que sucederá es que todos los que critican el derroche presupuestal serán quienes echarán abajo esta propuesta, dejando a los partidos políticos una imagen de generosidad, compromiso social y sensibilidad ante los reclamos ciudadanos. Volverán a recibir dinero sin que se les pueda volver a cuestionar.
En otros países menos pragmáticos que el nuestro y con una clase media más politizada o ideologizada, puede funcionar, porque lo que mueve a la gente son los principios y los valores sociales. Pero donde hay carencias como aquí, la política se mueve con base a concesiones y beneficios.
Lo que sí debemos exigir es que el presupuesto asignado sea revisado a conciencia, se respete la aplicación para la que fue etiquetado, no haya desvíos ni pagos ocultos o turbios y si se detectan irregularidades, se consideren faltas graves y se castiguen con cárcel.
Además, que la legislación aprobada ya y que no ha funcionado respecto a la obligación de justificar contablemente los gastos campaña por campaña y castigar el rebase de topes de modo ejemplar con la destitución del candidato ganador.
Hay mucho por hacer para evitar el despilfarro y corrupción en campañas, pero esta propuesta de eliminar dinero del presupuesto público, por tan inverosímil, parece una campaña muy bien planeada a favor de los partidos.
¿Usted cómo lo ve?.
@homsricardo