La carrera contra la inflación es una batalla perdida de antemano por aquellos que cuentan con los ingresos más bajos dentro de una sociedad. Por eso, no hay impuesto más injusto que el de la pérdida de valor del dinero, consecuencia del sistema monetario actual basado en la expansión continua y permanente del crédito, y por tanto, en la creación ilimitada de dinero digital y de papel.
Con dicho sistema, el gobierno y los grandes jugadores en el mercado financiero pueden sacar una gran ventaja sobre el resto de la población al poder gastar los recursos captados antes que todos. “Los de abajo”, en cambio, llegan tarde a la fiesta, pues además de ser los últimos en recibir el dinero gubernamental recién creado, lo gastarán con precios que ya han subido a causa de la demanda alentada artificialmente por la inyección extraordinaria de crédito. “Too late!” (demasiado tarde).
Es una pena, pero en la actualidad la gente está ya tan acostumbrada a la inflación que la ve como algo “normal”, cuando en realidad la pérdida permanente de valor del dinero es una grave anomalía económica. Por desgracia, con la crisis que crearon los confinamientos decretados con la pandemia, el “cáncer” inflacionario será mucho peor.
Gobiernos y bancos centrales de todo el mundo se han lanzado con los mayores “estímulos” monetarios de toda la historia (inyección masiva de crédito, de dinero líquido y depresión de tasas de interés). Esa es una manera elegante de decir que las autoridades en todo el planeta han comenzado la fase devaluatoria e inflacionaria más grande que jamás se haya visto.
Esa sin duda es una pésima noticia para todos, pero no la verá ni escuchará en los medios de comunicación tradicionales.
Para poder dimensionar el tamaño de la corrupción que ha alcanzado el dinero gubernamental (dinero fíat), tenemos que mirar a la “vara de medición” de valor. Esto es, el dinero elegido de manera espontánea, sin imposiciones, por los agentes económicos participantes en el mercado: el oro.
El rey de los metales, tras un largo proceso de discriminación entre muchas mercancías que a lo largo de la historia desempeñaron el rol de intermediario general en los intercambios, se encumbró como el dinero definitivo. Por sus características físicas y el extraordinario aprecio que los seres humanos hemos tenido por él durante milenios, el oro es la mercancía perfecta para el papel de dinero: es maleable, incorruptible, puede subdividirse en cantidades muy pequeñas y se puede estandarizar su pureza.
Gracias a lo anterior, hay una demanda de oro permanentemente insatisfecha (¡siempre queremos más porque es dinero!), que es lo que le da valor, tanto, que para fines prácticos todo el oro que ha sido extraído se ha acumulado sobre la faz de la Tierra en forma de joya, medalla, moneda, barra o lingote.
El oro es tan valioso que no se tira, y a diferencia de otras materias primas tampoco se consume, por lo que ni siquiera decretos o normas gubernamentales lo pueden despojar de su valor. Veámoslo.
El 15 de agosto de 1971, fecha en que el presidente estadounidense Richard Nixon cerró la ventanilla de cambio de dólares por oro – con lo que enterró el sistema monetario salido de los acuerdos de Bretton Woods-, la tasa de cambio era de 35 billetes verdes por una onza troy (equivalente a 31.1034768 gr.) del metal precioso. Esto es, un dólar valía 888.67 miligramos (mg.) de oro.
Hoy, más de 50 años después, la onza troy de oro cotiza en 1,820.80 dólares (al cierre de este artículo), con lo que la divisa de reserva mundial se ha devaluado a una equivalencia de sólo 17.08 mg. de oro. Sí, de 888.67 a 17.08 mg. Así de grande su devaluación.
El caso del peso mexicano es mucho más dramático.
En 1971 el tipo de cambio era de 12.50 pesos por dólar. Una onza de oro costaba casi 440 pesos, es decir, un peso valía 70.69 miligramos del metal fino. Al día de hoy, con un tipo de cambio real de 20,363 pesos por dólar (si no se hubiesen eliminado por decreto tres ceros al peso en 1993), una onza de oro costaría aprox. 37,076,950 pesos.
Es decir, un peso en la realidad se ha devaluado apenas a 0.00084 mg. de oro. ¡De ese tamaño es la verdadera devaluación del peso! Incluso si consideramos los tres ceros eliminados, nuestro “maquillado” peso de hoy vale sólo 0.84 mg. de oro. ¡Ni siquiera un miligramo!
Sí, es cierto que la inflación de los años 80 y 90 en nuestro país es responsable en gran medida de esa pérdida de valor del peso. Sin embargo, aun si consideramos el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) desde el 1 de abril de 1994 – día en que entró en vigor la reforma constitucional que le otorgó autonomía al Banco de México (Banxico), la inflación acumulada de entonces a la fecha es de más de 710 por ciento.
Visto así se puede entender mucho mejor por qué un peso invertido en oro es una apuesta ganadora por partida doble: por la devaluación del dólar frente al oro, y por la caída del peso frente al dólar, ambas tendencias que van a agravarse en adelante por las razones expuestas y otras más.
La gráfica siguiente del tipo de cambio es contundente.
Igual de clara es la gráfica del alza del rey de los metales frente al dólar, que desde 1971 dejó de ser “tan bueno como el oro”:
Como le digo, toda esta historia de devaluación del dinero fíat ha ocurrido incluso ANTES de los históricos “estímulos” monetarios más recientes, que representan la mayor corrupción del dinero global de nuestra era.
Para quienes no estén fundamentados con bases sólidas de oro en su cartera personal y en sus reservas nacionales, los peores tiempos devaluatorios están por venir.