Del Paquete Económico 2022 presentado hace unos días por el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, se desprenden cosas buenas, malas y feas. Lo bueno de entrada es que habrá un nuevo “Régimen de confianza” que sustituye al de Incorporación Fiscal, para que personas físicas y morales con ingresos menores a 3.5 millones de pesos al año vean simplificado el pago de sus contribuciones. El propósito, contrario a lo que algunos piensan no es que “paguen menos” estas pequeñas empresas y emprendedores, sino que tribute al fisco un mayor número de ellos.
También es positivo que no se haya propuesto una reforma fiscal que creara nuevos impuestos o que aumentara los ya existentes, como el anterior titular de Hacienda, Arturo Herrera, había adelantado en marzo pasado.
En definitiva la llegada de Ramírez de la O replanteó las intenciones de López Obrador en materia fiscal, ¡y qué bueno que así haya sido!
Sin embargo, lo malo empieza con las estimaciones económicas que pecan de optimistas, por ejemplo, en materia de crecimiento, para el que anticipan una expansión del PIB de 4.1 por ciento. Algo similar pasa con la inflación para la que calculan que promedie 3.4 por ciento anual, cuando lo que está presionando los precios es la llamada inflación subyacente y sólo se ha moderado por el control de precios del gas que forzó el gobierno. Esta “ayuda” que maquilla la inflación de manera temporal no podrá prolongarse por mucho tiempo.
En lo que tal vez acierten es en la tasa de interés promedio de 5 por ciento, pues a partir de diciembre los funcionarios afines a la “4T” ya serán mayoría en la Junta de gobierno de Banxico, y de seguro pondrán freno al ciclo alcista de tasas.
Asimismo, Ramírez de la O afirma que el impulso a la economía vendrá de Estados Unidos, y aunque ahí estará ese factor, se equivoca rotundamente al considerar que los “grandes proyectos” del sureste reactivarán el consumo interno.
Y es que para impulsar la demanda agregada hace falta mucho más que el simple gasto gubernamental – que por sí solo es insuficiente-, y las exportaciones a los vecinos no alcanzarán para disparar el PIB. Prueba de ello es el propio crecimiento de este año: de no ser por el efecto rebote del primer semestre, 2021 hubiese tenido una tasa de expansión decepcionante con todo y el crecimiento en Estados Unidos. ¿Qué hace falta entonces para una economía sana y en expansión? La respuesta es: inversión.
La inversión privada sigue siendo la gran asignatura pendiente del gobierno de López Obrador. No podría ser otra manera, pues las señales que ha enviado su gobierno desde antes de entrar en funciones con el anuncio de la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, han sido de incertidumbre para los inversionistas.
Es aquí donde empieza lo feo: No olvidemos que desde el primer año de gobierno de AMLO la economía mexicana entró en una recesión “leve” que se convirtió en desplome con la pandemia. Así que si descontamos el “efecto rebote” de 2021, los números de crecimiento de la actual administración federal son – por decir lo menos- preocupantes.
Lo es también que en lo que toca a la inversión pública, el 70 por ciento se lo lleve Pemex con un incremento de casi 24 por ciento respecto a este año, para un total de 372,120 mdp. Intentar rescatar una empresa quebrada, la petrolera más endeudada del planeta, es lo mismo que “echarle dinero bueno al malo”. Quemar dinero en ella sólo debilita las finanzas públicas en el peor momento.
Por si eso fuera poco, el Paquete Económico 2022 contempla un “muy feo” endeudamiento adicional de casi 900 mil millones de pesos, que si estamos en lo correcto respecto al errado pronóstico de crecimiento del PIB, tendrá que ser mucho más alto.
Recordemos que ya no queda dinero de los fideicomisos ni de dónde echar mano, por lo que ante cualquier fallo en el estimado de ingresos públicos, sólo quedará recortar el presupuesto o aumentar la deuda para mantener las prioridades de gasto social (gasto corriente) del presidente.
Son tiempos complicados los que vienen para México de cara al fin de sexenio. Los fundamentos económicos se siguen deteriorando, y a pesar del optimismo oficial, la realidad es que el tipo de cambio y la inflación continuarán elevados en perjuicio del dinero que ganamos como empresarios o como empleados.
Es por ello que como inversionistas debemos mantener el enfoque claro: hay que gastar nuestros ingresos en pesos lo más pronto que podamos para invertirlos en activos que se apreciarán a futuro de mediano y largo plazos, y aprovechar la volatilidad de los mercados para especular y obtener ganancias en el futuro inmediato.