La llegada de un año nuevo suele verse como un punto de quiebre y de esperanza en que el futuro será mejor. ¡Y ojalá que así sea! Sin embargo, la realidad es que, en los hechos, 2021 será recordado más como una extensión de 2020 que como el inicio de la recuperación y de la llamada “nueva normalidad”.
Las cifras de contagios según la OMS se encuentran en máximos, y nuevos confinamientos se siguen presentando en casi en todo el planeta.
En el plano económico, esto significa que continuará la quiebra masiva de empresas y la pérdida de empleos, lo que por cierto, también se reflejará en el incremento acelerado del número de pobres (y muertos) en el mundo.
En este espacio ya hemos señalado el grave error que implica que, en países en vías de desarrollo como México, haya una suspensión forzosa de actividades arbitrariamente designadas como “no esenciales”. La imposibilidad de implementar apoyos financieros generalizados, como se está haciendo por ejemplo en Estados Unidos, deja a millones de empresarios y empleados en la indefensión, con la imposibilidad de ganarse la vida como es su derecho.
En naciones con millones de personas que viven al día, los políticos les están diciendo que sus trabajos son “no esenciales”. ¿Acaso hay algo más injusto y clasista que eso?
El sofisma de que “nada es más importante que la salud”, está siendo empleado por los políticos para que aquellos que se opongan a lo “políticamente correcto” – el confinamiento-, sean tachados de insensibles, irresponsables y poco solidarios, cuando lo único que quieren es que la gente que lo necesita, pueda ganarse la vida de forma honrada.
El gobierno no debe estar para condenar a negocios a la quiebra ni a trabajadores al desempleo, y en cambio debería ocuparse en que aquellos que quieren, pueden, o no les queda otra que trabajar con todo y pandemia, lo hagan cumpliendo con las normas sanitarias y de higiene.
Por desgracia, la experiencia nos está demostrando que nos encontramos lejos de que nuestros gobernantes se comporten a esa altura, y en cambio, están optando por el camino fácil de ordenar cierres masivos sin importarles las consecuencias, aunque los números demuestren que ni los contagios ni los muertos estén disminuyendo con el confinamiento.
¿Cuál será el resultado? Un agravamiento de la crisis en México antes de que inicie la esperada recuperación sanitaria y económica, con todo y vacunas.
En el contexto internacional, el progreso de la pandemia y la vacunación masiva en Estados Unidos, junto con la llegada del gobierno de Biden, serán determinantes.
Siempre y cuando el nuevo inquilino de la Casa Blanca logre conseguir los consensos para lanzar una oleada de estímulos fiscales sin precedentes, las expectativas económicas mejorarán, subirán los índices bursátiles y se debilitará el dólar y los bonos del Tesoro en favor de activos de riesgo como el peso.
Pero si en cambio nuevas malas noticias inesperadas se presentaran – como un agravamiento de la pandemia, fallas en las vacunas, nuevas cepas o enfermedades, etc.-, el dólar y sobre todo el oro, volverían a dispararse mientras se desploman los activos de riesgo.
En suma, el año que comienza presenta más incertidumbres que certezas, con un alto nivel de fragilidad tanto en el aspecto sanitario como en el económico- financiero.
Ante ello, la mejor “vacuna” monetaria que podemos aplicar en el plano personal es la de comprar de forma acelerada el único activo refugio real que conservará su valor a pesar de todas las vicisitudes que se presenten: el oro. En tiempos de insensatez económica y política, es momento de ser precavidos. Contestar con inteligencia a la estupidez, y con responsabilidad a la sinrazón, es nuestra única y verdadera salida.