Hay un tema en extremo preocupante. So pretexto de la pandemia, los gobiernos federal, estatales y municipales están asfixiando la economía con controles arbitrarios, y los empresarios en vez de reaccionar, unirse y no dejarse destruir, están actuando de forma pasiva. La obediencia – cuando lo que te piden es arrojarte de un edificio- equivale al suicidio.
Esa inmovilidad empresarial se está reflejando en un brutal desplome económico.
La semana pasada, la Estimación Oportuna del PIB con series desestacionalizadas mostró un retroceso real de (-)18.9% en el segundo semestre de 2020, la peor caída de la historia.
Los datos son graves, pero sólo nos dicen lo que se percibe a simple vista: hay una quiebra masiva de negocios, un incremento del desempleo y un disparo en la pobreza. Volver a los niveles económicos que teníamos antes de la pandemia nos tomará la mayor parte de la década.
Por supuesto, la crisis por la pandemia es un problema mundial, pero la forma en la que se enfrenta debe ser distinta en cada país.
Es ahí donde por desgracia salimos mal librados tanto en cifras de contagios y fallecidos – en los que ya estamos en el “Top 3” global- como en la afectación económica.
La ineptitud gubernamental tiene un costo muy alto: ordenaron el confinamiento demasiado temprano – con número de contagios que se contaban en decenas-, y hoy, con la economía destrozada y miles de contagios diarios, no queda de otra que reabrir.
Para comenzar a contrarrestar esta situación es indispensable que las autoridades den un golpe de timón, y que los empresarios abran sus puertas de par en par. Por supuesto, al mismo tiempo es necesario que los ciudadanos asumamos nuestra responsabilidad con las medidas de sana distancia e higiene que todos conocemos para minimizar el riesgo de contagio.
¿Qué sí deben hacer las autoridades? Concentrarse en dedicar todos los recursos posibles en apoyar a los médicos y hospitales para que no tengan carencias y salven el mayor número de vidas. Por otro lado, los gobernantes deben dejar de distraerse en asuntos que no deben.
Los gobiernos tienen que dejar de imponer controles arbitrarios sin sentido, que no ayudan en nada a contener la epidemia pero que sí perjudican innecesariamente tanto a los consumidores como a los empresarios y trabajadores que dependen de los negocios afectados. Imponer a las empresas sus horarios, tiempos límite de compra por cliente, número de comensales por mesa, ordenar una sola entrada y salida, etc., es absurdo.
Por ejemplo, en la Ciudad de México se puede entrar al metro con cubrebocas todo el día, y se ven los trenes casi llenos, con mucha gente concentrada en poco espacio en horas pico. Y está bien, porque la gente tiene necesidad de transportarse.
Pero, por otro lado, en la capital del país se ordena sin razón que tiendas, restaurantes y centros comerciales restrinjan sus accesos y cierren sus puertas a las 5 de la tarde. ¿Por qué? Nada más porque sí. Asimismo, se les obliga a contar con una sola entrada y una salida, aunque cause aglomeraciones. ¡Es ridículo!
Peor todavía: a otros giros como cines, teatros y gimnasios ni siquiera se les ha permitido abrir, cuando es mucho más fácil mantener la higiene y sana distancia en ellos que en el transporte público, donde la gente se está aglomerando de cualquier manera todos los días.
Hay millones de mexicanos que quieren, pueden o necesitan salir a hacer sus asuntos, y la mayoría se comporta de manera responsable. Mucho ayudaría que los gobiernos no estorbaran, en especial aquellos que todavía se resisten a permitir la reapertura.
Controles sin ton ni son no ayudan a evitar contagios, y en cambio, sí están destruyendo empleos y negocios en México cuando más los necesitamos. ¡Urge corregir esto!
Es hora de lo que empresarios grandes y pequeños den un manotazo en la mesa y pongan a los gobiernos un “hasta aquí”, o condenarse a perder sus empresas para siempre.
México no puede darse el lujo de que los creadores de empleo, riqueza y quienes pagan impuestos sean aniquilados por decreto. ¿O acaso lo que quieren es empobrecer al país y llevarlo al totalitarismo? Menos aún lo debemos permitir.