Se están por cumplir 10 años del inicio de la crisis financiera de 2008 que dio pie a la Gran Recesión de 2009.
Les comparto 11 lecciones que considero, dejó la quiebra de Lehman Brothers (ocurrida el 15 de sep. de 2008) a los inversionistas:
1. Aún si un banco o empresa es ‘demasiado grande para caer’, nunca hay garantía de que el banco central y/o el gobierno lo vayan a salvar.
2. Un suceso inesperado suele ser el detonante de un crack bursátil en cualquier momento.
3. La receta monetarista de los banqueros centrales, de inyectar liquidez y deprimir artificialmente las tasas de interés para levantar la economía, sólo sirve para inflar de nuevo una burbuja de crédito a peores niveles.
4. Las políticas monetarias laxas no estimulan fundamentalmente la economía, sino que disparan al alza los precios de los activos, lo que sólo beneficia a los de por sí más ricos.
5. No importa qué tan alto se infle una burbuja financiera o de crédito, siempre terminará reventando. Entre más se tarde el estallido, peores las consecuencias económicas.
6. Un problema provocado por exceso de deuda, consumo y crédito, no puede resolverse con más de lo mismo.
7. Los colapsos bursátiles y el pánico abren enormes oportunidades para comprar a precio de ganga, pero se debe ser precavido porque las caídas pueden prolongarse más allá de lo esperado.
8. El dólar podrá ser una divisa condenada por su carga de deuda en el largo plazo, pero sigue siendo la divisa reserva mundial por excelencia. Seguirá habiendo ‘rallies’ (alzas) en el billete verde siempre que haya aversión al riesgo.
9. La ‘evolución’ financiera nunca se detiene: las crisis disparan la necesidad y creatividad de los emprendedores para buscar alternativas monetarias al sistema establecido (ej. El bitcoin).
10. Ningún político ni funcionario bancario tiene más poder que todo el mercado. Para bien y para mal (euforias y pánicos), las emociones de los inversores seguirán siendo las que manden sobre sus decisiones y expectativas, por encima de la razón. Eso nunca cambiará.
11. No hay seguro financiero superior al oro físico; incluso si llegara el ‘fin del mundo financiero’ como lo conocemos (una posibilidad tras la crisis de Lehman), el metal precioso seguiría teniendo valor: no puede ser borrado con un plumazo de una hoja de balance. Todo inversor debe tenerlo en su cartera.