La libertad global en declive

La libertad global ha venido en declive desde el 2008, año en que explotó la crisis financiera mundial. Sin duda, esa crisis alimentó el nacionalismo y el populismo, tanto en países ricos como pobres. Desde entonces, muchos regímenes autoritarios —como el ruso o el venezolano— se han endurecido.

La buena noticia es que numerosos países han mejorado sus niveles de libertad y la caída en el mundo ha sido relativamente leve. Esto según el nuevo “Índice de libertad humana” —publicado por el Instituto Fraser en Canadá, el Instituto Liberales en Alemania y el Instituto Cato en EE.UU.—, que toma en cuenta 79 indicadores en 159 países. El índice mide libertades económicas, personales y civiles, tales como la libertad de prensa, de las mujeres, de movimiento y del comercio internacional, entre otras.

La libertad tiene un valor que es inherente, pero importa además porque juega un papel neurálgico en el progreso humano. Según el reporte, del cual soy coautor con Tanja Porcnik, los 40 países más libres del planeta tienen un ingreso per cápita promedio de US$38.871, casi cuatro veces superior al ingreso de los 40 países menos libres (US$10.346). Existe una relación positiva entre la libertad y un sinnúmero de indicadores de bienestar, como la expectativa de vida, el acceso al agua potable, la mortalidad infantil o la innovación. No sorprende que en la medida en que el nivel de libertad mundial ha ido aumentando en las últimas décadas, también han mejorado notablemente estos indicadores, especialmente en los países en desarrollo.

Esta es una buena razón para prestar atención a las normas, los valores y las instituciones que protegen a los individuos de la coerción. Según el índice, las jurisdicciones más libres del mundo son Suiza, Hong Kong y Nueva Zelanda, en ese orden. Libia, Venezuela y Siria son los menos libres. Estados Unidos se encuentra en el puesto 17. En el 2008 ocupaba el 11. Su Estado de derecho es relativamente bajo, debido probablemente al auge del capitalismo de compadrazgo relacionado a la crisis financiera, las violaciones a la privacidad y al debido proceso relacionados a las guerras contra el terrorismo y las drogas, y al debilitamiento de los derechos de propiedad privada.

¿Qué de América Latina? Como región, es mediocre. Su nivel promedio de libertad es parecido al promedio mundial, pero la variación dentro de las Américas es alta. El Perú ocupa la posición 51. Es el quinto país más libre de la región después de Chile (37), Costa Rica (38), Uruguay (42) y Panamá (48). Los tres países latinoamericanos menos libres también han experimentado caídas enormes desde el 2008. Argentina se hundió del puesto 65 al 108, Brasil del 70 al 120 y Venezuela del 136 al 158. (No incluimos a Cuba por falta de datos confiables).

El punto débil de la región es el Estado de derecho, donde saca puntajes muy por debajo de las demás áreas que medimos. Además, es un rubro en declive. Otro punto flojo es la seguridad, aunque allí también hay diferencias, pues la seguridad en Chile y Uruguay, por ejemplo, es relativamente alta.

Una de las lecciones significativas del reporte —y que parece menospreciarse frecuentemente— es que la libertad económica va de la mano con las otras libertades. No solo el caso venezolano, sino toda la evidencia empírica, nos muestra que, si uno quiere vivir en un país con un alto nivel de libertad personal, debería valorar un nivel relativamente alto de libertad económica, pues es un pilar fundamental para las demás libertades. Lo que vale es la libertad en todas sus dimensiones.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 30 de enero de 2018.
Fuente: www.elcato.org
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