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Un claro camino hacia el país de la ignorancia

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El conocimiento es el camino a la libertad y por ello los gobiernos totalitarios siempre han temido a la gente pensante, porque no puede ser manipulada.

La guerra al conocimiento está declarada y se hace evidente con la exigencia de un grupo de legisladores de MORENA, encabezados por los senadores Armando Guadiana y César Cravioto, que se han lanzado en contra de la UNAM.

Simplemente señalar mediáticamente desde el “olimpo del poder político”, sin pruebas, es acoso y un ultraje a la reputación de personas e instituciones, ya que las instituciones judiciales del Estado Mexicano cuando tienen indicios de delitos deben trabajar en el más profundo secreto y sólo ante evidencias concretas y cuestionables y con la definición de un juez, es cuando debiesen hacerse públicas y no a la inversa, como lo ha hecho este grupo de senadores.

Afortunadamente aún hay en ese partido políticos con oficio que entienden las implicaciones de una guerra evidente en contra de una institución tan prestigiada como la UNAM y se han deslindado de las propuestas del grupo radical de su bancada en el Senado, respecto a los señalamientos contra nuestra prestigiada casa de estudios, así como de las denuncias contra el grupo de científicos investigados por la FGR.

Sin embargo, esto también podría tratarse de una estrategia de quien tiene el liderazgo moral de ese partido, para medir el impacto y los riesgos de una confrontación directa y evidente.

A final de cuentas esta estrategia denominada popularmente, “tentar el agua a los tamales”, fue aprendida en el viejo PRI, donde se acostumbraba que siempre que fuese a realizarse una embestida de alto impacto, con anticipación se lanzaba a un comando de reconocimiento para medir los riesgos en el terreno donde se libraría la batalla. Al fin y al cabo, los líderes morenistas de hoy aprendieron el oficio político en el viejo PRI de los años setenta y se foguearon en él, aunque con deslealtad hoy se deslinden de su “alma mater”, la que les abrió al mundo de la demagogia partidista.

Sin embargo, aunque Morena se desista de este punto de acuerdo del senador Guadiana, el desmantelamiento de los principales programas de Conacyt por parte de su directora la doctora María Elena Álvarez Buylla y la investigación de la FGR en contra de los 31 científicos que forman parte del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, por lavado de dinero, delincuencia organizada, operaciones con recursos de procedencia ilícita y peculado, confirman un plan perfectamente calculado de amedrantamiento contra los sectores académicos e intelectuales.

En el fondo la demanda contra los científicos propuesta por el grupúsculo rudo de senadores de MORENA en contra de los académicos no es más que por supuestos abusos de “turismo científico”, lo cual es tan subjetivo como decir que aunque fuese una práctica cuestionable, en el momento en que se ejerció este presupuesto autorizado, era jurídicamente legal. Sin embargo, los señalamientos nos indican una estrategia de acoso y amedrantamiento.

La doctora Gabriela Dutrénit Bielous, quien fuera coordinadora del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FFCyT) de 2012 a 2014, quien además es académica de la UAM, declaró al periódico El País que el cuatro de junio pasado descubrió que estaba siendo investigada por la FGR, pues funcionarios de la fiscalía llegaron a su domicilio a corroborar su residencia y avisarle que recibiría un citatorio.

Después por los medios de comunicación descubrió que ella y 30 científicos más estaban siendo acusados por la FGR por delitos tipificados como delincuencia organizada, siendo que el Foro era una institución vinculada al Conacyt y por tanto,  todos los recursos recibidos fueron debidamente auditados, así como sus estados financieros y un reporte técnico de actividades.

Sin embargo, fue la misma directora de Conacyt quien presentó las denuncias.

¿No tiene la FGR suficiente “chamba” con la urgente necesidad de investigar los grandes capitales y lavado de dinero que se mueve en el ámbito de la delincuencia organizada y los grandes cárteles?  Sólo un interés político manifestado por alguien poderoso puede sacar a la FGR de sus actividades que le son propias.

Ya lo ha manifestado el presidente López Obrador, etiquetando a quienes estudian posgrados en el extranjero como corruptos. Además, después de las elecciones donde MORENA perdió alcaldías de la Ciudad de México, definió a la clase media como “aspiracionista y sin escrúpulos” y presa fácil de la guerra sucia en contra de su gobierno.

Lo que hoy estamos percibiendo es la guerra al conocimiento, igual como lo han hecho los regímenes totalitarios.

Si hubiese elementos que investigar, tanto a universidades como a los 31 miembros del foro, debiese realizarse en el ámbito del secreto judicial y entonces no habría nada que decir, pero hacerlo público antes de que haya una sentencia significa la politización de una campaña que señala y destruye.

Asignar etiquetas como “delincuencia organizada” y “recursos de procedencia ilícita” no tiene sustento jurídico y seguramente fue un término redactado por un funcionario novato, pues los recursos cuestionados por la FGR fueron entregados al FFCyT precisamente por Conacyt en el sexenio anterior. Por tanto, la procedencia de estos recursos es el dinero proveniente del presupuesto federal, asignado por el Congreso de la República.

Sin embargo, estas acusaciones son terrorismo sicológico y emocional con un claro mensaje a la élite del pensamiento científico de nuestro país.

El temor que tienen la 4T en contra de los sectores sociales pensantes es evidente y lo que busca es doblegar a quien piense diferente. El patíbulo mañanero que dirige Ana Elizabeth García Vilchis denominado “Quien es quien en las mentiras de la semana”, lo confirma.

Callar o inducir al autoexilio en el extranjero a los sectores pensantes ha sido una estrategia cotidiana de los regímenes totalitarios y las dictaduras y en México conocemos muy bien el tema, pues del exilio español de la Guerra Civil iniciada por Francisco Franco en 1936 se enriqueció la UNAM, dando cabida a grandes intelectuales y académicos que huyeron de la represión falangista y de la dictadura franquista, quienes fueron recibidos a partir de la política humanista del presidente Lázaro Cárdenas, quien les dio asilo.

Años después, en los setenta, el exilio chileno que se originó con la represión de Pinochet trajo a México a otra generación de grandes académicos, igual que las dictaduras argentina y brasileña, pero también cubanos que huyeron del régimen castrista, así como venezolanos que se enfrentaron a la dictadura chavista y la de Nicolás Maduro.

Parece ser que la interacción entre grandes mentes de los exilios extranjeros con intelectuales mexicanos dedicados a la enseñanza en la UNAM, le dieron a nuestra casa de estudios un nivel de excelencia que hoy le distingue en varios ámbitos de las ciencias y las disciplinas sociales y con ello, una independencia de pensamiento que seguramente hoy preocupa a la 4T, aunque no lo digan abiertamente.

Seguramente los santones de la denominada “cuarta transformación” no olvidan que siendo muy jóvenes vieron al rector de la UNAM, el ingeniero Javier Barros Sierra, pronunciándose en contra de la represión estudiantil de 1968, dando el 30 de julio un emotivo discurso y encabezando la marcha estudiantil en contra del gobierno del presidente Díaz Ordaz. Ello les impulsa a fustigar a quienes llaman intelectuales orgánicos y a proteger a sus leales, que por contraposición podríamos denominar inórgánicos, disfuncionales y acomodaticios, aunque al estilo de los políticos del actual régimen, hayan invertido con gran confusión este término creado por el académico italiano de filiación marxista Antonio Gramsci hace cien años. Esta tragicómica confusión se da al más puro estilo del inolvidable Cantinflas, que utilizaba términos que hace años se calificaban como “domingueros”, los cuales no entendía, pero sin embargo trataba de explicar con su limitado lenguaje populachero, pretendiendo divertir al “respetable público”.

El temor que despierta la gente pensante de este país a los líderes de la 4T, convertidos hoy en gobernantes, es que la búsqueda del conocimiento es un largo proceso que exige disciplina para pensar con claridad, y ello genera un pensamiento lógico y libre, que obstaculiza la manipulación de las masas, lo cual es el objetivo de quienes pretenden el control total.

Por tanto, la guerra contra la “educación de calidad” está declarada y por ello se promueven modelos que representan una educación muy básica y tradicional, donde la rectoría la llevan no los expertos en diseño curricular, sino los mismos maestros.

Como muestra del desprecio que los regímenes totalitarios tienen por el conocimiento de excelencia y la educación de calidad, está la historia de Baldor, quien no es el personaje árabe de la legendaria portada del libro de álgebra con el que estudiamos en la escuela secundaria, ya que la figura del libro es el legendario matemático persa Al Juarismi.

El autor de este importante libro fue el matemático cubano Aurelio Ángel Baldor de la Vega, nacido en La Habana, Cuba, en 1906, quien publicó su famoso libro en 1941, quien además, tiene otras importantes obras didácticas.

Este libro creado en Cuba fue publicado en muchos países de Latinoamérica.

Baldor fundó en 1940 en La Habana el Colegio Baldor, que llegó a tener 3,500 alumnos y fue su más importante patrimonio.

A partir del triunfo de la revolución cubana, en 1959, el nuevo gobierno lo nacionalizó y se quedó con la propiedad inmobiliaria así como con su casa.

Según su hijo Daniel Raúl Castro ordenó detenerlo, pero el también revolucionario Camilo Cienfuegos le protegió.

En 1960 la familia Baldor dejó Cuba luego de la muerte de su protector Cienfuegos en un accidente de aviación.  Primero se exilió en México y de aquí partió a Estados Unidos, donde el maestro Baldor empezó de cero, trabajando como profesor de escuela. Falleció en Miami en 1978 a causa de enfisema pulmonar. Una eminencia que nos enseñó el álgebra a todas las generaciones posteriores a la publicación del libro, terminó siendo un peligro para la familia de dictadores cubanos.

Defender a la ciencia y a la educación de calidad, es nuestro más importante recurso para impedir que nos transformemos en un país de ignorantes.

La educación de calidad es el corazón de la vida democrática, pues forma ciudadanos conscientes de sus derechos y una sociedad que toma las riendas de su propio destino y no tiene oídos para la demagogia populista.

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